Con tanta información e ideas a nuestro alrededor, nos enfrentamos a uno de los momentos más complejos sin saber hacia dónde ir ni tiempo para discernir. Más aún con la tecnología que nos ayuda a tener todo al alcance.Hace unos años platicaba con un amigo sobre la importancia de los líderes de opinión congruentes, con ideales firmes, reales y comprometidos, pero no con su bolsillo sino con la comunidad.Actualmente, con Facebook escupiendo egos inflados, disfrazados de dioses de la información y con sustentos comprados e inventados considero que es el momento de asumir nuestra propia responsabilidad y formarnos un criterio propio.Estamos acostumbrados a ceder nuestro derecho de consumir libremente y con conciencia a una chica guapa que nos asegura beneficios con elíxires y brebajes, a darle el sí a todo lo que el médico nos sugiera por conveniencia propia, y a lo que la televisión nos arroja deliberadamente.Hace poco menos de un año, una de mis tías favoritas yacía en el hospital con una pierna morada, su diagnóstico era obvio -así que evitaré mencionarlo-. El día que la visité en su habitación del hospital había un refresco de dos litros. No juzgo, pero me sigue sorprendiendo esta postura tan asidua por los médicos y hospitales ante una situación tan clara y recurrente frente a sus narices.¿Cómo pretendemos sacar adelante a un enfermo si el menú de un hospital lo único que ofrece son alimentos procesados? El argumento es por “practicidad” y “sanidad”, pero ¿de qué tipo de sanidad me hablan? He tenido que ingresar de contrabando alimentos naturales para amigos y familiares internados cuando los refrescos y productos procesados tienen toda la licencia de ser parte de la comida de los enfermos.Después de visitar a mi tía me topé con una doctora, asumo que lo era porque vestía una bata; nos saludó: “Hola Rocco, te sigo y me encanta lo que comes”. Le mostré una sonrisa. Me preguntó qué hacíamos ahí, le contesté que mi tía estaba hospitalizada por lo que me sentía triste, pero aproveché, además, para evidenciarle mi confusión respecto al motivo por el cual permitían ingresar refrescos en una institución de salud.Me respondió: “Te confieso que cada que le doy un trago a la coca pienso en ti”. Yo, me quedé pasmada.Pero, ¿por qué en mí? “Pues agradezco tu lucha y la conciencia que le inyectas a este mundo”, dijo. Sentí que todo mi pregonar no ha sido en vano aunque a veces me frustra ver tanta livianeza en el tema.Mi tía Alice ya no está con nosotros, su muerte fue dolorosa y trágica y, para mí, absurda, pero no pude hacer nada por ella. Me consterna y siento profunda impotencia porque he visto morir a varios miembros de mi familia, sufrir
y luchar por largas temporadas cuando la solución está frente a nuestros ojos.En mi familia hay predisposición a la diabetes, pero yo no le tengo miedo porque sé que debo cuidarme y mantenerme en armonía y disciplina en base a un estilo de vida que me permitirá vivir plena y feliz.Por muchos años tuve fe en los doctores pero fueron pocos los que me hablaron de lo que realmente me daría la salud: la alimentación, el estilo de vida sano, el ejercicio, amar a los que me rodean y los pensamientos positivos.Agradezco a la vida por haberme encontrado con personas que en su momento fueron armando este camino de conciencia como Mauricio Padilla, Luis Carlos Páez, Barbara Powers, Martha Cárdenas y muchos que han estado en nuestro programa de radio para asegurar que el bienestar familiar sí es posible y, en consecuencia, la felicidad y la plenitud.Todavía hay mucho por hacer y deseo que mis seres queridos y toda la gente que se ha acercado a este proyecto del #bienserconsciente comprenda que la solución está en cada uno de ellos y que asumir la responsabilidad cuesta, adaptarse a un nuevo estilo de vida desde otra perspectiva permitirá disfrutar la vida, saborearla. Cuando se logra y se tiene conciencia no hay forma de dar un paso atrás.
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