México es un país rico en tradiciones, y la celebración a los fieles difuntos y Todos los Santos, el 1 y 2 de noviembre, es de las más respetadas. Una antigua práctica ceremonial donde conviven la tradición católica y la precolombina; heredada por las culturas más antiguas y de mayor plenitud de los grupos indígenas. Motivo por el cual la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura declaró la festividad en el año de 2003 patrimonio (vivo) oral e inmaterial de la Humanidad.
Después de tanto tiempo, los panteones siguen llenándose de flores y en casi todo el país aún se conserva la costumbre de montar un altar para honrar con su comida preferida y sus gustos a la persona fallecida.
Y como invitada a estas ceremonias, festivales y procesiones dedicadas a los muertos, no falta la dama elegante, bautizada como La Catrina por el pintor Diego Rivera, y creada por el caricaturista José Guadalupe Posada como la “calavera garbancera”.
Desde entonces no solo es la protagonista de obras de teatro, películas y libros, es un personaje que forma parte de la cultura mexicana, y a más de medio siglo de su nacimiento está más viva que nunca, tan presente como si nunca hubiera muerto.
Alejandra Arellano/Editor
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