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El Dudante

14 de agosto de 2020 por Susana Valdés Levy

Susana Valdés Levy
A fin de cuentas

A este amigo le habían elegido un buen nombre: Tomás; como Tomás el Apóstol quien tuvo que tocar con sus propias manos las heridas de Jesús en las manos y en su costado. Jesús le recrimina haber necesitado ver para creer. Excepto por los temas religiosos, en los que nunca hemos incurrido en debate, en todo lo demás, mi amigo Tomás dice no ser creyente, es dudante y se siente muy orgulloso de sus dudas. Tomás asegura que a diferencia de él, en temas de cualquier índole, la mayoría de las personas son solo “crédulas” y no necesariamente “creyentes”; ya que para poder creer se requiere de una cierta convicción propia y no nada más de ser convencidos por otros. Y vayan ustedes a saber qué intereses tengan esos otros a la hora de andar buscando adeptos.

Ya lo decía también René Descartes, cuando desarrolló su famoso “Método de la Duda”: El método cartesiano, creado por Descartes, consiste en el escepticismo
metodológico – se duda de cada idea que puede ser dudada. Descartes establece la duda: solo se puede
decir que existe aquello que pueda ser probado (“Solo tenemos acceso a nuestra mente.”). Este método puede aplicarse a diferentes temas o cuestiones, y solo posee cuatro reglas importantes, que son:
1. Regla de la evidencia, no se
admite nada como verdadero a menos que sea evidente. 2. Regla del análisis, dividir en diferentes partes el problema, para resolver más fácilmente aquello que se está estudiando 3. Regla de la síntesis, una vez que se estudian todas las partes, se hace una síntesis, una puesta en común de todo lo que hemos obtenido estudiando las diferentes partes. 4. Regla de las comprobaciones, al terminar la síntesis, enumerar todo y revisarlo por si se omite algo.
“Yo soy dudante porque no quiero ser crédulo”- dice mi amigo Tomás. Y aunque es relativamente incómodo vivir dudando de todo, es mucho peor vivir siendo constantemente víctimas del engaño, oscilando en una falsa percepción ingenua entre la ilusión y la desilusión o a merced de intereses ajenos. Lo difícil de la duda es que, cuando se llega el momento de tomar una decisión entre varias opciones, uno tiene que elegir la que menos dudas le genere; pero eso no significa que crea ciega e incondicionalmente en la opción elegida. Significa que se ha elegido la opción que presenta más evidencia, que soporta el análisis sin perder su consistencia, que se puede sintetizar sin perder su esencia y que además se puede comprobar y resiste el paso del tiempo. Como verán, dudar implica mucho trabajo mental: observar, evaluar, analizar, sintetizar, probar…. es mantener la mente en guardia siempre.
Dudar no es malo. Dudar nos mantiene despiertos, alertas, atentos a los riesgos y listos para descartar todo lo que no sea capaz de soportar el peso de la realidad y de la evidencia. La duda ha hecho que mi amigo Tomás sea inmune a las “fake-news”, a las propagandas, a las ideas conspiradoras, a los cultos manipuladores, a los fanatismos histéricos, a las verdades a medias y hasta a las mentiras piadosas. Así que igual que Tomás el Apóstol, mi amigo Tomás no se va con la finta de buenas a primeras. “Ver para creer” y a veces –en tiempos de tanta turbulencia y confusión- debemos dudar hasta de nuestros sentidos.

Categoría: Columnas

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