Cada año en las vacaciones de julio, los estudiantes gozan de casi dos meses de descanso; los uniformes se guardan en el closet y se sustituyen por los shorts y las camisetas.
Se olvidan por un tiempo de las mochilas y la palabra diversión se convierte en su preferida.
Los que decidieron quedarse en la ciudad, acuden a los diferentes campamentos donde aprenden a nadar, realizan diferentes deportes y aprenden manualidades, además de desarrollar otras actividades que disfrutan antes de regresar de nuevo al colegio.
Los campamentos generalmente se realizan en áreas al aire libre, pero actualmente se desarrollan en áreas adaptadas para llevar algún tipo de actividad con la finalidad de convivencia con fines educativos y de formación.
Va más allá que las actividades de aventura o visitas a lugares naturales.
Mediante juegos y dinámicas de grupo, se busca el crecimiento de todos los que participan en la actividad, sean estos acampantes, profesores o maestros.
Los campamentos están ligados al ser humano desde sus orígenes; son sinónimo de hogar itinerante o temporario y esta característica es su elemento primordial.
Estos contribuyen al desarrollo de la personalidad equilibrada, permitiendo cultivar valores con un propósito educativo, viviendo democráticamente, con una relación activa entre el educador y el educando en el marco de una experiencia total en contacto con la naturaleza.
El acampante encuentra la posibilidad de aprender, de trabajar en equipo, asumiendo responsabilidades, solucionando problemas, aceptando las decisiones que la mayoría toma sin sentirse derrotado.
Es en este ámbito en donde se tiene la oportunidad de formar parte de otro grupo que no sea el familiar, experimentado la vida cooperativa, ayudando a crear el concepto de pertenencia a una comunidad dada y a desarrollar el sentido de responsabilidad
hacia ella, adquiriendo sanas costumbres sociales que le permitan relacionarse satisfactoriamente con sus pares.