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¡Hey! ¡Es por aquí!

20 de abril de 2021 por Susana Valdés Levy

Susana Valdéz Levy A FIN DE CUENTAS

Susana Valdés Levy
A fin de cuentas

Hay una estrella en el cielo que desde nuestra perspectiva parece pequeña, tenue y casi insignificante, especialmente en comparación con otras más brillantes como la gigante Betelgeuse que brilla rojiza en el brazo elevado de la constelación de Orión o la portentosa y azulada Sirius que es la más brillante en el cielo nocturno. La “pequeña” estrella a la que me refiero es Polaris, también conocida como “la Estrella del norte” o “Estrella polar”.

Polaris tiene la particularidad de ser la única estrella en el cielo nocturno que parece no moverse de lugar a lo largo de la noche. La rotación de la Tierra causa la sensación de que las estrellas y constelaciones se mueven y giran en una danza nocturna, cambiando su posición en el cielo. Pero Polaris permanece siempre e invariablemente en el mismo lugar. La razón de esto es simple: Polaris se encuentra situada exactamente sobre el eje de la Tierra, digamos que sobre el Polo Norte (de ahí su nombre) y por eso, aunque nuestro planeta gire y gire, Polaris permanece inamovible y fija en el cielo nocturno.

Así como el Sol sirvió a navegantes y caminantes a ubicarse durante el día indicándoles donde está el oriente y el poniente, la estrella Polaris los guiaba durante las oscuras noches señalándoles el norte terrestre. Con esto, se podía evitar caer en la principal consecuencia de sentirse “perdido”, que es la de andar en círculos. El eje central de la Tierra apunta hacia Polaris y por ende, esta estrella es, en sí misma, un puntero o una especie de brújula natural en medio de la oscuridad.

Para no sentirnos perdidos ni andar en círculos en nuestro pequeño universo personal de la vida, bueno sería en primera instancia encontrar nuestro “eje central” y, por supuesto, determinar qué o quienes representan nuestro “Polaris”; es decir: qué o quiénes son tan importantes que nos recuerdan y nos señalan nuestra dirección, nos ayudan a no perder el rumbo, nos traen de vuelta al camino y nos permiten recuperar el sentido de nuestra existencia. Nuestros “ejes” pueden ser la familia, los verdaderos amigos, el trabajo y el deber ser. Nuestro “Polaris” puede ser nuestra vocación, nuestras convicciones, e incluso nuestros sueños y aspiraciones. Todo aquello que nos recuerde cuál es el camino por donde hemos de transitar a lo largo de nuestra existencia.

Lo importante es saber descubrir nuestro eje central existencial y luego tener presente que existe un puntero, un “Polaris” que aun en medio de la noche, en la vorágine de las danzas circulares que nos rodean, nos aturden y nos confunden, nuestra estrella personal nos indica el camino y nos dice siempre: “¡Hey, es por aquí!”.

Categoría: Columnas

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