Haciendo alusión al mágico Día del Niño, como cada año, es de esperarse la cantidad de festejos que se realizan en todas partes: en jardines de niños, escuelas primarias, colegios, municipios, etc. Los papás los llevan a pasear o celebran de alguna forma este día con mucha alegría y emoción, buscando hacerlo especial para que sus hijos sientan cuánto los aman. Y eso me parece muy bien, porque habla de la importancia de hacerlos sentir queridos, valiosos. Un niño que recibe muestras de afecto de esa manera desarrolla una buena autoestima.
Sin embargo, toda esta algarabía que se vive en un día tan especial como éste me llevó a una reflexión: ¿qué hacemos por nuestro niño interior?
Y no es una pregunta menor, porque muchos adultos olvidamos que algún día también fuimos niños. A diferencia de ahora, muchos —dependiendo del entorno en el que crecimos— no tuvimos la fortuna de recibir un regalo, salir a comer, o vivir una celebración. Incluso, hoy en día, hay rincones del mundo donde un niño no puede celebrar por diversas razones.
Entonces me pregunto: Ahora que eres adulto, ¿te das permiso de disfrutar aquellas cosas que no pudiste cuando eras niño?
Mi respuesta es sencilla: ¡Date permiso!
Sí, date permiso de subirte a una resbaladilla, de comerte ese helado doble o triple, de comprarte ese juguete que tanto deseaste y nunca tuviste. Vístete como quieras, quítate la corbata o el vestido formal y ponte cómodo(a). Ve al parque a jugar con la pelota.
¿Que qué puedes hacer? ¡Lo que tú quieras! Haz todas esas cosas que, por ser adulto, te has negado. Total, ¿qué importa lo que piensen los demás?
Recuerda: en este día está permitido celebrar a los niños… y tú llevas uno dentro. Ese niño también merece ser apapachado.
La vida es una sola, y créeme, pasa tan rápido que cuando te decidas a hacerlo, quizá las rodillas ya no te lo permitan. O peor aún, quizás ya sea demasiado tarde y el tiempo no te alcance, y te quedes con las ganas. No te detengas a pensar en lo que opinen los demás: nadie querrá ocupar tu lugar cuando estés en esa caja de madera.
Así que, manos a la obra. Decídete a consentir a tu niño(a) interior. Sé el adulto consciente que reconoce las carencias de su infancia y aprovecha esta oportunidad que solo se presenta una vez al año.
¡Feliz Día del Niño! Abrazos con cariño,
Su amiga, Dra. Griselda Reyna
