Ya había acabado el trajín diario, o por lo menos para los niños, no para mí, pues, aunque fueran casi las 10 de la noche aún me quedaba una laaarga lista de cosas por hacer, y aunque cada que despierto por las mañanas pienso “hoy me acostaré temprano” es un sueño que aún no puede hacerse realidad, en fin.
La cosa es que estaba mi primogénita en ese momento que todas las mamás conocemos: en la cama, lista para dormir pero con el modo parlanchín activado.
El tema era todo a la vez, platicaba sobre tareas, vacaciones, mascotas, postres, cuando de repente, soltó una frase que me llegó: “El tiempo ha pasado muy rápido, ya me estoy haciendo grande. Ya está por terminar la etapa de la niñez”.
Yo solamente le respondí con alguna frase que confirmó lo que ella decía y le dije que todo estaría bien, que son diferentes etapas y que como quiera iba a seguir siendo “mi niña bonita”.
Claro que dentro de mí la cosa no estaba tan tranquila, sabía que mi niña estaba creciendo y que ya no era aquella bebecita que movía los piecitos en círculos cuando una canción le gustaba o que hacía pucheros y corajes cuando apenas empezaba a incorporarse y le ganaba el peso de su cabeza al estar acostada boca abajo.
Dentro de poco ingresará a sexto grado, y aunque aún falta, su llegada a secundaria está cada vez más cerca, y ahí la cosa es diferente.
Recuerdo que cuando estaba a punto de concluir mi educación primaria la maestra nos decía: “ya van a ir a secundaria y ahí tienen que comportarse diferente, porque ya van a ser unas señoritas”; aparentemente es algo muy siempre y sencillo, pero no se imaginan cómo me causaban dudas, temor, incertidumbre e inquietud esas palabras.
Al final de cuentas puedo decirles que la secundaria fue la mejor etapa de mi vida estudiantil, que ahí conocí al amor, a los verdaderos amigos y hubo anécdotas que ni se imaginan.
Mientras tanto, mientras llega ese momento para mi hija, solo me queda ver como poco a poco pasa el tiempo, siguen apareciendo los cambios en ella y no solamente acompañarla en este proceso, sino ser su guía, su soporte y su refugio cuando lo necesite. Pero sí, mi pequeña está creciendo, y es inevitable.