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Criticada por ser apapachada

29 de julio de 2025 por Beatriz Flores

Cuando era niña no fui muy “apapachada”, no hubo demostraciones “melosas” o excesivamente cariñosas. Recuerdo que en alguna ocasión le dije a mi mamá que por qué no era así como la mamá de Lucía, mi mejor amiga en la primaria, a quien todos los días le daban un beso en la frente al dejarla en la escuela.

Quizás el mismo camino seguiría yo con mis hijos, pero apareció mi suegra, quien desde el principio tuvo infinidad de afectos con mis hijos; muchos besos, abrazos, palabras bonitas y canciones fueron una constante.

Mi instinto maternal, el amor que me inspiraban mis retoños y, definitivamente, la influencia de ella, lograron que apareciera un derroche de mimos sin fin.

Fue así que, desde el día de su llegada hasta hoy, que ya son niños de primaria, mis hijos reciben, aceptan y corresponden a todas las caricias que reciben tanto de mamá como de papá, y que no son más que el reflejo del inmenso amor que sentimos por ellos.

Cierto día, por la mañana, entré a dejarle a mi primogénita a la escuela algo que había olvidado, y antes de irme nos despedimos con un beso y un abrazo, así como regularmente lo hacemos.

Parece ser que tal manifestación de afecto (no sé por qué) causó asombro entre algunos de los presentes, pues mi retoña me contó que, a la hora de salida, “una de las niñas” le había dicho que por qué su mamá le daba besos y abrazos si ella ya era grande; todo esto mientras las demás se reían de ella.

Mi primogénita, según sus propias palabras, les dijo que su mamá siempre lo hacía porque la quería mucho, y yo, más satisfecha con su respuesta no podía estar.

Después de hablar con ella sobre eso y muchas otras cosas, le dije (sintiéndome un poco como “Elvira” de los “Tiny Toons”) que no importaba la edad que ella tuviera, así fuera ya mamá y tuviera sus propios hijos, siempre la llenaría de mimos. Y ella, en lugar de sentirse abrumada o de que me viera como una madre empalagosa, correspondió con una enorme sonrisa.

Lejos de molestarme el intento de humillación —sí, intento, porque ella respondió de la mejor manera—, fue algo que me hizo pensar muchas cosas, y me dio hasta algo de pena.

¿Cómo será la vida de esta pequeña que, a su corta edad, no está acostumbrada a que su mamá la apapache? ¿Qué mensaje se está enviando a los niños que están preocupados por mostrarse maduros y por lo que piense la gente?

No es de extrañarse que actualmente no se priorice al amor y a los sentimientos en todas sus manifestaciones y denominaciones. Lamentablemente, hoy el amor está sobrevalorado.

Es cierto que muchos adolescentes se apenan y evitan lo más posible demostraciones afectuosas, pero mientras la “niña bonita” lo permita y sea feliz con ello, tendrá besos, abrazos, apretones y todo lo que involucre una caricia a su corazón.

Categoría: Columnas

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