Sabemos que el perro es conocido como el mejor amigo del hombre por su compañía incondicional, no sólo en las actividades humanas, sino también en las diferentes etapas de la vida, y eso abarca desde niños pequeños hasta adultos mayores. Algo muy peculiar en nuestros seguidores y clientes es el hecho de buscar un perro de compañía para el abuelo o abuela; sin embargo, esta es una decisión que debe tomarse teniendo en cuenta los beneficios que puede tener la compañía de un perro, así como lo que implica en cuanto a los cuidados de la persona y del perro.
Primero, hay que definir bien cuál es el propósito que tendrá el perro en la vida de la persona, por ejemplo, si buscamos un animal de compañía, si lo queremos para protección o si buscamos un perro de servicio para cubrir una necesidad física, ya que, dependiendo de su propósito, se realiza la selección, buscando qué ejemplar es apto para cumplir con el objetivo. En este punto, es recomendable que la decisión sea guiada por un experto en educación o entrenamiento canino.
Segundo, hay que tomar en cuenta la capacidad física de la persona, ya que en las etapas más avanzadas de la vida, con frecuencia, las personas suelen disminuir su nivel de actividad física debido, en muchas ocasiones, a las molestias derivadas del desgaste de articulaciones, dolores musculares, fatiga, incluso por un estado de ánimo decadente. En este punto, el proporcionar a la persona un perro con alto nivel de energía y que requiere mucha actividad física tal vez no sea una buena idea; sin embargo, existen algunas razas con la tendencia a un carácter tranquilo y amigable que podrían resultar de gran ayuda, como es el caso del labrador, golden retriever, bulldog, etc. Incluso hay perros mestizos apacibles que también pueden ayudar, claro, realizando una selección cuidadosa. Prácticamente, se requiere de un perro que ayude a la persona a “moverse” sin caer en una actividad física intensa. Un perro adulto del cual ya se conoce el carácter también puede ser de ayuda, pues con un cachorro puede ser difícil sobrellevar la etapa en la que más requieren actividad física y cuidados que pueden dificultarse para un adulto mayor.
Tercero, el pensar en los beneficios sociales y emocionales no debe dejarse de lado. En el adulto mayor, el sentirse con un propósito le puede ayudar a enfrentar el sentimiento de soledad, ya que muchos de ellos viven solos o se quedan solos en casa por mucho tiempo. El vínculo que puede llegar a tener un adulto mayor con su perro de compañía puede ser tan grande que, por ejemplo, se ha visto mayor apego a tratamiento y terapia, pues muchos de ellos buscan estar en las mejores condiciones para disfrutar de la compañía de su perro; incluso el deseo de dejar este mundo puede alejarse de sus pensamientos, pues surge la pregunta “¿quién cuidará de mi perro si me voy?”. Un perro también puede ser un confidente que no juzga, un amigo incondicional cuando se queda solo en casa, que le puede ayudar a mejorar síntomas de depresión.
Y, por último, es muy importante saber si la persona tiene la capacidad para cubrir necesidades como son la alimentación, visitas al veterinario, vacunas, desparasitante, etc.; de lo contrario, sólo se agregará una preocupación más a la persona, y disfrutará poco de la relación con su perro. Sin embargo, el colaborar con la persona para los cuidados básicos del perro puede ayudar a mejorar la relación con la familia y ayudar a limar asperezas si se hace de buena voluntad.
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