Los padres permitimos, el gobierno concede, la industria abusa, la escuela se somete y ¿el niño? ¿Dónde queda él y sus derechos?
La sicóloga y escritora chilena Pilar Sordo habló de la responsabilidad que como padres tenemos para educarlos hasta en el buen comer. Argumentaba que heredamos al gobierno este problema de niños obesos y mal comidos.
Malcriamos a los niños ofreciéndoles lo que ellos quieren comer, digamos “chatarra”, sin considerar que daña su vida.
¿Queremos que nuestros niños sean felices? ¿Cómo lograrlo si les estamos fincando hábitos que los dañan y destruyen?
Este problema no se puede simplificar así como así, tenemos que pensar en los actores y las responsabilidades involucradas.
Sí, es cierto que nosotros los padres decidimos sobre nuestros hijos y tenemos la responsabilidad de cuidarlos y ofrecerles lo mejor, pero también somos influenciados por los medios de comunicación, los que a su vez transmiten mensajes que la industria maquila para convencernos de consumir productos que desconocemos el daño que hacen. Además, desafortunadamente el gobierno no ha establecido una regulación, y seguimos sin exigir, porque no medimos las consecuencias.
Hay escuelas donde me han dicho que no pueden cumplir la ley porque los padres de
familia se les echan encima si no venden comida
chatarra, lo que nos está costando muy caro.
Para mí la responsabilidad es totalmente compartida pero pocos la asumimos.
La bola de nieve ya está muy grande y las opciones parecen no estar al alcance de todos, ¿qué se puede hacer?
Parece que no es sencillo, pero realmente lo es. La propuesta es dejar de ir con la corriente y empezar a cuestionar; abrirse y conocer lo que puede ser bueno y el entorno en el que vive enseñando a la familia a través del diálogo y explicándole sobre las nuevas decisiones que se tomarán en casa.
La mayoría tiramos la toalla en el primer intento y retomamos el mismo ritmo y estilo de vida.
La pregunta es: ¿Queremos que nuestros hijos sean felices momentáneamente y que a la larga tengan problemas de salud que no los dejen disfrutar su estadía en esta vida?
He logrado cambios que no han sido fáciles, pero que se han convertido en hábitos en beneficio de su salud, así que sí se puede.
¿Cómo lograrlo? Dándole prioridad a la vida, sin importar las críticas. Mostrándoles lo que para mí tiene realmente valor: el amor, el respeto, la compasión hacia mí mismo y los que me rodean.
Suena a utopía, lo sé, pero Fernando Birri, fundador de la escuela de cine donde yo estudié, me dejó una gran enseñanza.
Él se preguntaba para qué servía la utopía, si es que ésta servía para algo. Entonces reflexionó: “ la utopía está en el horizonte y si está en el horizonte yo nunca la voy a alcanzar, porque si camino diez pasos, la utopía se va alejar los mismos diez pasos y así sucesivamente, o sea que yo sé que jamás la alcanzaré”. “¿Para qué sirve?”, se preguntó. Su respuesta fue: “para eso, para caminar”.
En el momento en que emprendamos el camino de la conciencia, buscando la felicidad verdadera, la utopía se convertirá en el motor para llegar.