Fotos: Viridiana Leal
El trabajo, el dinero, el tráfico y muchos otros motivos provocan estrés en los adultos, quienes a veces desean volver a aquellos años de la infancia para evitar las preocupaciones, porque después de todo: ¿qué agobia a un niño?
Para los adultos la respuesta sería: “nada”, sin embargo, los pequeños también tienen preocupaciones, son víctimas del estrés de diferente manera.
Velia Delia Veliz Banda, especialista en emociones y directora del centro de psicología “Bienestar Misión de Vida (BiMiVi) aseguró que el estrés siempre va a existir.
Explicó que es un mal necesario para accionar o responder a ciertas exigencias.
Como ejemplo citó que que para pagar las cuentas de gastos se requiere trabajar y poder solventar las deudas, lo que generalmente provoca angustia y ansiedad.
Explicó que en los niños el estrés funciona de la misma manera. En su entorno giran situaciones que le pueden ocasionar ciertas alteraciones.
En el caso de la escuela preocuparse por las calificaciones, los exámenes, las actividades extracurriculares, hablar en público, los compañeros, cumplir con los tiempos establecidos, en fin, una serie de circunstancias que los afectan.
De la misma manera los problemas en casa, las discusiones entre los padres, o simplemente por la incertidumbre de lo que puede acontecer.
SÍNTOMAS
Papá y mamá deben estar muy atentos a los cambios de conducta y de la rutina de sus hijos.
En ocasiones presentan cuadros drásticos en los que empiezan a perder el cabello y, en casos extremos, atentar contra su vida.
Actualmente, además del horario del colegio deben cumplir con otras actividades deportivas y artísticas, la mayoría de las veces para mantenerlos ocupados, competir con otros padres o con la justificante de guiarlos en una decisión futura.
No se considera que es una carga extra, sin tomar en cuenta lo extenuante que puede ser.
En estos casos se aconseja pedir la opinión del niño, preguntarle si realmente quiere hacerlo y está contento.
ORIGEN
Muchos factores. Desde que nacen los pequeños experimentan cambios, tales como sustituir el chupón por el vaso, el pañal por el calzón y caminar en lugar de gatear, entre otros.
Se enfrentan a un momento de transformación, de maduración, no de enseñanza, pues no es algo que tengan que aprender a hacer.
Él tiene que empezar a confiar en su cuerpo para poder soltar eso que lo ha acompañado desde su nacimiento. Si los adultos intervienen y lo presionan le causarán más estrés.
Además, las reglas que deben seguir en casa y el comportamiento y actitudes de los padres hacia los niños, pueden ser otro motivo de preocupación.
“Lamentablemente son muy duros al juzgarlos o tienden a compararlos sin tomar en cuenta que sus hijos tienen otras habilidades, otros talentos, o simplemente son diferentes al resto” consideró la psicóloga.
Lo que esperan de ellos es otro motivo de tensión, por cumplir con sus expectativas. Es importante pensar en lo que el pequeño quiere o cuanto le cuesta hacerlo.
“Le pueden estar exigiendo un promedio de 10 en matemáticas cuando el niño tiene problemas con esta materia, o forzándolo a participar en un festival del que no quiere ser parte”, añadió.
Minimizar lo que pueda querer y sentir es un grave error por parte de los adultos.
Por su parte, los maestros deben evitar compararlos con otros compañeros y ponerlos a competir, pues son situaciones que generan estrés.
ATRAER LA ATENCIÓN
El ser humano tiende a buscar la atención o reconocimiento de los demás, y los niños no son la excepción. Ellos lo perciben cuando son, por ejemplo, aplaudidos por haber obtenido una buena calificación.
Es un halago que quieren se repita y se exigen cada vez más.
“Su interés ya no es tanto aprender. Memorizan para aprobar un examen, obtener un diez que no sé para qué me sirve, pero lo necesito. Es entrar en una conducta dañina que empezará a generarle presión”, explicó la especialista.
ERRORES DE LOS ADULTOS
A los padres puede parecerles absurdo, pero es importante respetar el tiempo y las emociones de sus hijos.
Por ejemplo, no es motivo de risa expresarles que está enamorado. De hacerlo así lo agobiarán y se sentirá decepcionado por las personas más cercanas a él, quienes, además, le crearán confusión.
Por el contrario, elogiarlos en exceso, también es perjudicial.
Lo correcto es ser honestos con los niños. Si hace mal un trabajo se le debe decir, igualmente elogiar si realmente se ha esforzado.
También se puede entablar un diálogo y preguntarle al pequeño su propia opinión, invitándolo a mejorar para motivarlo.
Otro error que se comete es llamarlo “campeón”. En la casa y para la familia así es, pero no para sus compañeros ni el resto de la gente. Entonces pensarán que le mintieron y le afectará en su autoestima.
UNA VIDA FÁCIL
¿Cómo evitarles el estrés? Ayudándolos a afrontar las dificultades y tener empatía con sus sentimientos. Hacerles la vida más fácil no es la solución.
“Pedir la tarea para tu hijo está bien cuando asisten al jardín de niños, pero en los próximos años debe hacerlo él”, comentó la directora de BiMiVi.
De esta manera, le permitirá desarrollar sus habilidades y afrontar el problema. Equivocarse le dará la oportunidad de entender las consecuencias de los errores y a ser responsable. Aprenderá a manejar el estrés, porque sabrá que deberá resolver el problema y los padres están para apoyarlo.
En cuanto a los apapachos son convenientes en niños pequeños, de dos o tres años de edad, los que por primera vez se despegan de la mamá y el hogar, para entrar a la
guardería.
Es normal que lloren porque desconocen el entorno y a las personas que lo rodean. Las maestras en estos casos deben mostrarse sensibles, respetuosas y mostrar su empatía a los nenes.
TIEMPO DE OCIO
“Los niños merecen un tiempo de ocio, un rato de monotonía en donde puedan hastiarse y de esta manera puedan desarrollar su creatividad”, señaló Velia Delia Veliz Banda.
Lo motivan a revertir una situación tediosa en un remedio para hacer uso de su inventiva: jugar con un palo que transforman en bate, una piedra en pelota y una caja de cartón en una nave espacial.
CON MALA CARA
Así como los adultos, los niños pueden tener malos días. Su mala cara, su actitud y sus respuestas denotan que está molesto y estresado. Lo que se recomienda es evitar preguntarles de forma directa cómo les fue, pues es obvio que mal. Es mejor permanecer en silencio y cuando se le vea más relajado dialogar es lo conveniente.
DISMINUIR EL ESTRÉS
Planear rutinas semanales alivia las situaciones de estrés. Hablar con el pequeño y explicarle lo que harán en el día o durante la semana le ayudará a organizarse mentalmente.
También se aconseja designarles un tiempo para que ellos decidan lo que quieren hacer: ver televisión, hablar con amigos, jugar, leer. Es su momento y es su espacio para decidir.
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