FOTOS VÍCTOR BRIONES
CHIHUAHUA, CHIH.
Cuna de la Revolución Mexicana y hogar donde viviera el bandolero y general Francisco Villa; casa de los tarahumaras y asentamiento del mayor número de menonitas, Chihuahua es el estado al norte de México al que no se puede dejar de viajar, además, por sus imponentes Barrancas del Cobre y los pueblos mágicos que lo circundan. Aquí se puede llegar en el “Chepe”, un tren que atraviesa por valles, cascadas y túneles de la Sierra Occidental, haciendo de esta travesía toda una aventura. Sus paisajes pueden apreciarse bajo un frío intenso en invierno o en los calurosos días de verano.
A “Shihuahua”, para pronunciarlo como los oriundos de aquí, también se le conoce por sus mujeres grandotas, de ojos claros y piel blanca, así como por las mestizas, aquellas que nacieron de la cruza de indígenas y españoles, que viven actualmente en la ciudad y en las zonas conurbadas, también pobladas por algunos grupos
étnicos que decidieron migrar a la ciudad.
Y para darle más sabor al viaje, en Chihuahua no tienen que faltar en la mesa los montados de tortilla de harina rellena de varios guisados, los frijoles maneados, los dulces de leche de la región de Parral, el atole de pinole y el tesgüino, una bebida refrescante a base de maíz fermentado, endulzada con piloncillo.
En la ciudad capital hay mucho qué visitar, entre otros sitios de interés: la catedral, el templo sede de la Arquidiócesis de Chihuahua, el más importante monumento de estilo barroco; el Museo Casa Redonda de arte contemporáneo; el templo de Francisco de Asís, un edificio destinado al culto católico, el más antiguo, que data de la época colonial; la Quinta Gameros, una mansión estilo art nouveau construida a principios del siglo XX; el museo histórico
de la Revolución, donde se muestra la vida de Francisco Villa durante su estancia como gobernador de Chihuahua y, a tan sólo 15 minutos del centro histórico de la ciudad, las grutas “Nombre de Dios”.
Un paseo interminable que sale de Chihuahua y continúa por Cuauhtémoc, Creel, Divisadero, Barrancas del Cobre, Bahuichivo y Los Mochis.
CREEL, PUEBLO MÁGICO
Por su cercanía a Chihuahua, a 247 kilómetros al sureste de la ciudad, situado sobre las partes altas de la Sierra Tarahumara, Creel es uno de los pueblos mágicos más visitados.
De este pequeño poblado se puede llegar a diferentes sitios de interés, desde la capital el trayecto dura aproximadamente seis horas en el “Chepe”.
Originalmente los rarámuri le llamaban Rochivo, pero en 1907, al ser inaugurada la estación del tren, se le cambia al actual nombre en honor al gobernador Enrique Creel.
Rodeado de rústicos y coloridos hoteles y cabañas, propiedad de los lugareños, y uno que otro de extranjeros, es un sitio que se puede conocer caminando, aunque hay un pequeño tranvía que pasea a los turistas.
En el centro está un pequeño kiosco y a sus alrededores la Casa y Museo de Artesanías dedicado a los rarámuris; un edificio viejo, rústico, al lado de las vías del tren.
Cuenta con un acervo de piezas históricas, utensilios de uso cotidiano y fotografías. En la tienda se pueden adquirir algunas de las prendas que usan los tarahumaras, cestos de palma, utensilios y juguetes de madera, entre muchas otras piezas elaboradas por los indígenas.
También están las oficinas de Derechos Humanos y algunas de gobierno, así como la pequeña iglesia de Cristo Rey, de estilo neogótico, y al lado el templo de Nuestra Señora de Lourdes, ambas construcciones muy austeras del siglo XX.
Las calles principales están rodeadas de restaurantes típicos, tiendas de dulces y souvenirs, así como puestos de elotes, hot dogs, tamales y champurrado de guayaba.
También hay un mirador en lo alto de una colina, donde se encuentra un Monumento a Cristo Rey, una imagen de ocho metros de altura de Jesucristo con los brazos abiertos, que ya es una figura emblemática de Creel.
A unos minutos está la misión de San Ignacio Arareco, donde los indígenas de la zona realizan sus celebraciones. El museo de San Ignacio está dentro de una reserva protegida y tiene su propia iglesia. Fue construido por los tarahumaras con piedra y adobe sobre las bases de un viejo convento. En el interior hay una exposición de 45 pinturas de arte sacro, recuperadas de las antiguas misiones de toda la zona, realizadas entre los siglos XVI y XVIII.
Cerca de la Misión San Ignacio, en la orilla de la carretera, se encuentra una gran piedra de forma muy particular, conocida como la “Piedra del Elefante”.
VALLES, LAGOS Y CASCADAS
Muy cerca de Creel se puede llegar hasta el valle de Los Hongos y Las Ranas, parajes desolados donde por la erosión, de manera natural, las rocas volcánicas, han adoptado formas muy peculiares, algunas de más de 50 metros de altura, con una antigüedad de más de 20 millones de años.
El de los Monjes o Dioses, también goza de caprichosas formaciones rocosas. Las piedras de material calcáreo son de forma puntiaguda gracias al agua de lluvia y el aire que
erosiona a las piedras, las cuales toman forma de estas figuras que sobresalen en el paisaje.
Sobre el mismo camino se puede llegar a el Lago de Arareco originado por la represa de las aguas de dos ríos. Tiene forma de herradura, una longitud de tres kilómetros y 40 hectáreas de superficie. Está abrazado por un bosque de coníferas, así como encinos y madroños, dándole un aspecto encantador.
Más adelante, el turista puede bajar a la cascada de Cusararé, rodeada de inmensas piedras sobre las cuales los turistas puede acercarse para tomarse fotos. Un atractivo más del tour que inicia en Creel y dura un par de horas.
BARRANCAS
DEL COBRE
Es el destino más buscado por el turismo nacional y extranjero cuando se viaja a Chihuahua. Llegar en el “Chepe” resulta una experiencia inolvidable, pero además hay camiones y camionetas en ruta.
Resulta una aventura atravesar la Sierra Madre Occidental, la cual comprende un tercio de la superficie del Estado y es una zona muy accidentada, de grandes montañas y barrancas o cañones, aún más grande que el Cañón del Colorado en Estados Unidos. En la sierra está la Barranca del Cobre y la Cascada de Basaseachi, ambos lugares de fama mundial.
Su nombre se debe a una cañada famosa por sus minas de cobre, pero son muchas las que se suceden a lo largo de 600 kilómetros.
La conforman siete barrancas, cuatro veces más grande en extensión (60 mil kilómetros cuadrados) y casi dos veces mayor en profundidad que el Gran Cañón del Colorado en
Arizona, Estados Unidos.
A éstas se puede llegar por la ruta de tren Chihuahua-Pacífico, conocido como “el Chepe”, del tramo Divisadero-Los Mochis. Se interna en la montaña para atravesar la agreste geografía, recorre precipitosos acantilados, cruza más de ochenta túneles y alrededor de treinta puentes que libran caudalosos ríos. Una travesía que, sin duda, resulta una aventura.
Pero más profunda y espectacular, considerada la reina de las barrancas, es la Sinforosa, muy cerca de Guachochi. Su profundidad es de 1830 metros y en el fondo está el río Verde, el afluente más importante del río Fuerte.
Ha sido, además, el hogar tradicional de los tarahumaras, quienes a lo lejos aún se perciben caminando hacia sus cuevas o pequeñas casas dispersas.
BATOPILAS
Este pequeño pueblo de origen minero, no está entre los más visitados, a pesar de tener unos majestuosos escenarios de inigualable belleza natural, está localizado en lo más profundo de Barrancas del Cobre, es uno de los lugares donde a los tarahumaras aún se les ve con su vestimenta habitual (taparrabo y camisa) a pesar del frío, y conserva su riqueza arquitectónica en haciendas y majestuosas construcciones de los siglos XVIII y XIX.
En el recorrido hasta este pueblo mágico se aprecian impresionantes vistas de la Sierra Tarahumara. Hacer la travesía partiendo de Creel permite aventurarse por caminos boscosos y descender hasta el mirador La Bufa, desde donde se puede observar la impresionante Barranca de Batopilas.
Para contemplar este paisaje de postal, un grupo de extranjeros decidió hacer un picnic sobre el mirador y con una botella de vino disfrutar de esta maravillosa vista.
En el camino, además, se pueden percibir diferentes tipos de vegetación y climas, los cuales van desde los bosques de coníferas, hasta plantas particulares del trópico. Así que la chamarra habrá que quitarla y ponerla conforme transcurre el paseo.
Entre otros de los atractivos de Batopilas, que en tarahumara significa “río encajonado”, se pueden apreciar zonas mineras, ya que aquí se encontraron importantes yacimientos de plata en 1708.
En este pequeño pueblo, situado en las entrañas de Barrancas del Cobre, tampoco imaginaríamos que fue la segunda población de México, luego de la capital, en tener energía eléctrica, además de ser cuna de Manuel Gómez Morín, ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.
RARÁMURIS
Estas comunidades indígenas, mejor conocidas como tarahumaras, son la principal etnia indígena del estado dispersa en la sierra. Algunos todavía viven en cuevas y visten con taparrabo y camisa; de colores o blancas, de acuerdo a la región.
Sin embargo, otros han emigrado a las ciudades de Chihuahua y Ciudad Juárez y aunque conservan su vestimenta tradicional, algunos han cambiado los huaraches por los tenis y usan gorra.
Los artesanos rarámuris son famosos en el mundo por la fabricación de violines, incluso un par de ellos fueron invitados a Italia para capacitarlos en la elaboración de los finísimos violines Stradivarius.
También hacen ollas, tambores, petacas, bajos y arcos en madera y palma.
Tienen la habilidad de correr grandes distancias, incluso en algunas competencias con los kenianos, llevan la delantera fácilmente, se dice que es debido a que su corazón late de manera más lenta por el aire puro que respiran.
Cuando salen de sus casas o cuevas rumbo al centro de los poblados para vender sus artesanías, a muchos de ellos todavía se les ve caminando, y tardan horas y a veces hasta días para volver a sus hogares.
Habitan en amplios sectores de la Sierra Madre Occidental.
Según sus creencias religiosas, Onorúame (Dios) creó a los rarámuri dándole a una figura de barro masculina tres soplidos, que representan las tres almas que en su creencia poseen los varones. En el caso de las mujeres fueron cuatro soplidos, proporcionándole cuatro almas, una más que a los hombres, ya que ellas poseen la posibilidad de parir. Según cuentan, el hermano de Onorúame pretendió imitarlo haciendo figurillas de cenizas, pero cuando sopló para darles vida, solamente lo hizo una vez creando así a los “chabochis”, mestizos y caucásicos, que dentro de sus creencias solamente poseen un alma.
MENONITAS
De Chihuahua, el estado más extenso de México, además de los tarahumaras y chabochis, constituyen una población económicamente activa los menonitas, el mayor grupo étnico no indígena de Chihuahua, de origen germánico, que alrededor de 1920 inició su migración.
Del total, el 90 por ciento se quedó en Chihuahua y el resto se distribuyó en Durango, Campeche y Zacatecas.
Son una comunidad muy religiosa con tradiciones y costumbres muy conservadoras.
Llegaron a México provenientes de la provincia canadiense de Manitoba tras perder sus privilegios en medio de una campaña germanofóbica durante la Primera Guerra Mundial. Fueron invitados a México por el gobierno de Álvaro Obregón, quien cubrió los gastos de traslado.
Algunos menonitas conservadores y amish todavía tratan de vivir en comunidades agrícolas, sin aprovechar los beneficios de la energía eléctrica y los automóviles, pero también hay congregaciones liberales.
CORREDOR INDUSTRIAL
Sorprende al visitante que los menonitas hayan creado su propio corredor comercial, una carretera de 30 kilómetros, y sean uno de los grupos más pujantes y exitosos, ya que además de sobresalir en las labores agrícolas y otras ramas, actualmente cuentan con su propia institución bancaria.
En los terrenos donde habitan alrededor de 90 mil menonitas, han establecido sus casas, algunas más modestas que otras, donde algunas familias se dedican principalmente a la elaboración artesanal de panes y conservas de frutas. Las puertas están abiertas al público, para ingresar a comprar sus productos.
A lo largo del corredor comercial, en la colonia Manitoba, se establecen cientos de negocios orientados a la agricultura, maquinaria, construcción y comida,
Por supuesto, que la fábrica de los famosos quesos menonitas forma parte de los negocios.
Se ha hecho común que en los tours a los turistas se les lleve a esta zona de menonitas y visiten la pizzería donde decenas de jóvenes, muy altas, rubias y coloradas, atienden a los comensales, apresurándose a servir en alrededor de 15 minutos, aun cuando el restaurante esté lleno.
MUSEO
En Cuauhtémoc, una de las ciudades de mayor importancia en el estado, el museo de los menonitas es una visita obligada para los turistas.
Se trata de una casa típica, construida en forma rectangular. Sus habitaciones contiguas inician en el establo y continúan en la cocina y el comedor para finalizar en las recámaras, con el objetivo de que en tiempo de frío, el calor de los animales se integre al hogar.
Con un video y una breve explicación inicia el recorrido guiado por una menonita liberal.
Cada cuarto conserva los muebles, artefactos y utensilios de hasta 140 años de antigüedad, con los que realizaban las tareas domésticas y el trabajo fuera de casa.
En ninguna hay televisión, para no ser tentados por la vida mundana, la estufa es de leña, la lavadora y la secadora son manuales.
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