Desde pequeña Margot Herrera mostraba su habilidad para dibujar, con el tiempo supo que en la pintura encontraría un ‘estilo’ de vida.
Margot Herrera creció con el olor a pintura, muy cerca de los lienzos y los pinceles; apenas con 4 o 5 años de edad. Su madre Silvia Cantú Leal cuando pintaba, para entretenerla, la sentaba al lado de su caballete frente a una ventana que daba a la transitada calle Aldama, en el sector centro de Reynosa, donde estaba la casa familiar.
Mientras tanto, aquella niña cuyo nombre de pila es Irma Margarita Herrera Cantú, coloreaba dibujos con unos crayones que cuidaba con recelo. Sus regalos preferidos no eran las muñecas, mejor un libro para pintar y enciclopedias, las que se pasaba horas hojeando.
Desde entonces todo hacía parecer que el camino por la pintura lo tenía trazado, aunque en las diferentes etapas de su vida tuvo que hacer algunas pausas y dejar descansar solo por un tiempo los pinceles.
Actualmente, considera que atraviesa por un estado de madurez personal y profesional, y pintar se ha convertido en su forma de vida.
Margot Herrera no se define por un estilo de pintar en particular. Va más allá de las formas. Lo mismo la atrapa un sueño de niña, una añoranza de su infancia, un sentimiento, un pensamiento obstinado, una plática o una canción.
Las ideas, dice, surgen frente al lienzo, revolotean en su cabeza, aun no las termina de aterrizar cuando ya esta imaginando qué más va a hacer.
El contraste de colores también la caracteriza, lo mismo baña sus pinturas de colores vibrantes, que las hace en blanco y negro.
Como artista autodidacta reforzó sus conocimientos con cursos y talleres que le dieron la confianza de publicar sus trabajos en las redes sociales a través de las cuales tuvo mayor difusión.
Al terminar una pintura lo interesante para ella es la reacción que cause en las personas.
APRENDIZ VISUAL
Hija de Manuel Herrera Garza y Silvia Cantú Leal, Margot nació en la frontera noreste de México, dividida geográficamente por el río Bravo, pero unida por la diversidad cultural. Entre dos países (México y Estados Unidos) que le dieron la oportunidad de tener ambas nacionalidades. Pero ser tamaulipeca la llena de orgullo.
Desde pequeña tuvo a su alcance los materiales para colorear un libro y dibujar lo que se imaginara.
Su madre, con quien pasaba largas horas viéndola pintar bodegones, flores y paisajes despertó el interés de su hija, la convirtió, sin siquiera imaginarlo, en una aprendiz visual.
En el colegio, incluso, Margot intercambiaba las tareas con sus compañeras.
“Les hacía el dibujo del aparato digestivo para la clase de ciencias naturales, a cambio del ensayo para la clase de filosofía”, confiesa.
La pintura continuó atrapándola y siendo una adolescente, a los 16 años de edad, tomó los pinceles y decidió pintar una mujer con antifaz y dos gallos, con la técnica del acrílico. Desde entonces ya mostraba esa curiosidad que le permite crear sin restricciones.
Sabía que le gustaba, pero aún no se daba cuenta que dedicarse a la pintura era el camino que debía seguir.
‘DERECHO A PINTAR’
Decide estudiar Derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, pero después de cursar durante dos semestres la carrera, aprovecha un periodo de vacaciones para regresar a Reynosa debido a que su papá estaba enfermo.
Por tal motivo toma la decisión de quedarse en esta ciudad.
Además, “tampoco me gustaba esa carrera”, comenta.
Su mamá entonces le pide que se ponga a trabajar por un tiempo y la recomienda en una fábrica de anuncios luminosos, donde ocupa el puesto de recepcionista.
Desde que ingresó se interesó por saber cómo se hacían los anuncios y en muy poco tiempo ya los estaba diseñando para la Central de Abastos de McAllen, mostrando su habilidad para las artes.
Al tiempo inician las inscripciones en la Universidad Valle del Bravo y retoma las clases, pero ahora en Diseño Gráfico.
Reconoce que contó con muy buenos maestros, algunos egresados del Centro de Estudios Superiores de Diseño de Monterrey (CEDIM), la reconocida Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, así como del Tecnológico de Monterrey.
Aprendió las técnicas de pintura sin profundizar, pero las que le dieron las bases de la teoría y la práctica.
A un año de graduarse, Margot Herrera contrae nupcias a las edad de 20 años, por lo que comparte la mayor parte de su tiempo con las labores del hogar y el trabajo en el área aduanal, y solo pintaba cuadros para decorar su casa, o para regalar en alguna ocasión especial.
Fueron alrededor de 15 años en los que guardó el caballete y el lienzo.
Por circunstancias de la vida termina su relación, y vuelve a encontrarse con la pintura en un proceso en el que se convierte su aliada y confidente.
Vuelve con su mamá, y le pide que le dé unos meses porque quiere dedicarse a la pintura; en caso de que no le vaya bien le asegura buscaría un empleo.
En la parte trasera de la casa, en el segundo piso, acondiciona un taller en el que se la pasaba todo el día pintando.
Sin imaginarlo, y menos proponérselo, las imágenes de un sueño recurrente que tenía en su infancia, incluso aparecían cuando estaba despierta, vuelven a ese lienzo que por tanto tiempo tuvo en espera.
REDES SOCIALES
Mejor preparada y con bases más sólidas, decide publicar sus obras en las redes, en Instagram como: margot_herreraart.
“Tardé en hacerlo porque representaba un compromiso al tener que estar alimentando las páginas con contenido. No me daba miedo que me fuera mal, me daba miedo que me fuera bien”, reconoce.
Un año después, en el 2019, asiste a un taller de pintura en la Ciudad de México impartido por reconocidos maestros, entre ellos: Marco Ortiz, con el que aprende nuevas técnicas y a pintar la figura humana, así como en la Casa de la Cultura de la Ciudad de Guanajuato, además de estudiar en la galería de arte Hilda Marquez (óleo), y en Monterrey con Francisco Vázquez (óleo e hiperrealismo).
PRIMEROS PEDIDOS
Margot Herrera realiza trabajos por solicitud sin sacrificar su fin estético, de expresión, sentimientos e ideas.
Platica que un cliente le pidió pintar al colombiano Pablo Escobar, quien en ese entonces era pitcher del equipo Los Astros.
Al principio se negó, pero aceptó con la condición de tener la libertad de pintarlo con su estilo personal.
Al terminarlo, reconoció que resultó un cuadro muy moderno con colores vibrantes, lo que le llamó la atención y le satisfizo el resultado.
Cada una de sus pinturas para Margot Herrera representan parte de su vida, de su historia, por lo que al principio le era difícil desligarse de ellas.
Estar frente a un lienzo en blanco e ir dibujando con los pinceles hasta lograr plasmar una idea que va surgiendo, y a la que trazo a trazo le da color, la hacía sentir suya aunque su firma siempre acompañara la obra.
LAS IDEAS REVOLOTEAN
“Cuando estoy pintando un cuadro se me están ocurriendo ideas para pintar otro, parece un cliché, pero como decía Picasso: ‘la inspiración me pesca trabajando’ ”, sustentó.
Las pinturas, dijo, pueden surgir de una plática, una canción, un sueño, momentos de su vida pasados o actuales.
“Todo me da material para pintar. Las personas cambian, yo no soy la misma que era ayer, o el mes pasado, y menos la de hace diez años. Así que mis obras van cambiando conforme a la situación. También dependen de mi estado de ánimo, pero las técnicas también definen mi trabajo”, consideró.
Margot Herrera explora una variedad de estilos de pintura que se ven reflejados en la diversidad de temas que distinguen cada una de sus creaciones, lo que le permite no encasillarse en una corriente pictórica específica.
Desde un astronauta con un casco en forma de pecera, una niña frente a un videojuego, un corazón con un ojo al centro, una mujer con una calavera en el vientre o un rostro abstracto forman parte de sus obras, llenas de color o bien en blanco y negro.
Los comentarios que le hacen sus colegas, su mamá y su hija le ayudan a crecer y mejorar, pero sabe que cada persona tiene su propia opinión. En su caso, lo importante para ella es causar una reacción o despertar alguna emoción. Provocarlos, de alguna manera, es su intención.
“Margot Herrera, artista norteña, explora entre diferentes técnicas pictóricas, como queriendo encontrar la que mas le place, la que le indica el camino, identifica símbolos y traza gestos casi imperceptibles que hacen de cada pieza un vendaval de emociones…”
Beerot Curjai, artista plástico.