¿Cuántos de nosotros hemos perdido a un ser querido? En estos tiempos mayormente, casi puedo asegura que todos. Después de tantos cambios en nuestro entorno y de haber pasado por momentos de enfermedades a nivel mundial, es muy frecuente escuchar que alguien cercano a nosotros tuvo una pérdida de algún familiar o un ser querido, y a veces hasta más de uno. Las cosas ya no fueron igual después del 2020.
No es mi idea recordarles momentos difíciles o complicados en nuestra existencia, sino más bien, analizar de qué manera lo estamos viviendo.
Hay personas que después de la pérdida buscan una actividad que les reconforte un poco su dolor, haciendo labores que les sean agradables y que de alguna manera disminuya o amortigüe la pena. En ocasiones se unen a alguna fundación que tenga relación con la enfermedad del ser querido que atendían o que sea la continuación de un legado que haya dejado quien partió con nuestro ser superior y eso está bien, cualquier actividad que logre ayudar a mitigar el dolor de la perdida, siempre será bienvenida.
A esas personas se les llama en psicología “resilientes”, un término que describe la capacidad que tiene el ser humano para reponerse de una gran perdida, ya sea económica, de estatus social, o como en este caso la perdida de algún familiar, o una persona cercana.
Es decir, ante cualquier perdida significativa para ellos, y por medio de alguna actividad, lograr nuevamente obtener el equilibrio emocional que les permita sentirse tranquilos y en paz.
¿Es fácil ser resilientes? No, no lo es, se requiere de mucha fuerza de voluntad, de amor propio, y a los demás, de descubrir tu potencial para lograr recuperarte, de mucho trabajo interno, de escudriñar entre los recuerdos para poder traerlos al presente y sanarlos y no a todo el mundo nos gusta enfrentarnos a la realidad, pero sí es la única forma de lograr la recuperación, y aunque no es fácil, al final, se puede lograr, ¡claro que sí!
Muchas personas prefieren irse a lo “facilito”: consumo de alcohol o tabaco, a la depresión, a la sensación de abandono, a la culpa, a la drogadicción, etc. Y digo “fácil” (aunque tampoco lo es) porque es la forma más sencilla de “tirar la toalla”, aunque a la larga, resulta ser más complejo porque no solo nos enfrentamos a la realidad, sino que ahora tenemos que agregarle una patología mas como lo son las adicciones o a una enfermedad mental o emocional.
Mi consejo es: Si te sientes triste y con dificultad para sobreponerte ante la pérdida de un familiar o ser querido y no logras ver claro tu panorama, no dudes en acercarte y pedir ayuda a un profesional de la salud mental. Hay personas que no saben por dónde empezar, y no conocen esos procesos internos que nos lleven a la sanación de nuestra alma y nuestro equilibrio emocional, y sí es posible lograrlo. Aclaro que la pérdida siempre estará ahí, pero después de tomar terapia y de conocerte mejor, estoy segura que lograrás mejorar la calidad de vida que llevas y recuperarte de esas heridas que te dejó la pérdida.

¡PSICO-EDÚCATE!
Aprovecha estos tiempos en los que recordamos a las personas que ya se despidieron, y en honor al amor que les hemos tenido, ofrece un esfuerzo de tu parte en agradecimiento por los hermosos momentos que vivieron juntos. Busca la manera de recordar todo lo bello que te hicieron sentir cuando estaban en este plano terrenal y vive nuevamente la vida con alegría. Recuerda que nadie queremos dejar dolor a nuestra familia con nuestra partida y estoy segura que tu familiar tampoco hubiera querido eso para ti. Busca ayuda profesional si sientes que no puedes lograrlo solo (a), créeme que después de eso, te cambiará la manera de percibir la vida y volverás a sonreír “desde adentro”, le encontrarás un nuevo sentido a tu vida y abrazar a los que se quedaron aquí.
No olvides que “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”. Anímate a volver a vivir, a ser feliz, a sonreír. No es fácil, pero tampoco es imposible y nadie te ha dicho que no se puede. Así que ánimo, arriba y adelante, la vida te está esperando.