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Dos historias de aprendizaje

11 de septiembre de 2018 por Viridiana Leal

Marcela Villa y Lilian Salas en Bélgica y Dublin, respectivamente, donde separadas viajaron por motivos de estudio. Ellas hablan de sus experiencias en aquellos países y las enseñanzas recibidas.

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Para Lilian Salas Pacheco viajar es un placer que desde muy pequeña ha disfrutado, tanto así, que creó el blog Los Trips de Lilian.

Con una licenciatura en comercio, recientemente regresó de Dublin, donde estudió inglés en Grafton College, de la ciudad de Portobello.

Por un lado disfrutaba el gusto de conocer un nuevo país y, por el otro, crecer profesionalmente.

En el caso de Ana Marcela Villa Pérez, le manifestó al Club Rotario Reynosa su interés de seleccionarla para ser parte de un intercambio cultural. Después de llenar formularios y cumplir con los requisitos solicitados recibió la aprobación, y el país designado fue Bélgica.

Con la seguridad de que “viajar es aprender”, ambas cuentan sus experiencias en Europa.

Nombre: Lilian Azeneth Salas Pacheco.

Edad: 31 años.

Carrera: Licenciatura en Comercio.

Pasatiempos: Fotografía, escritura, literatura de viajes, dibujo y pintura.

Blog: Los Trips de Lilian.

Curso: Inglés en Grafton College (Portobello), de agosto de 2017 a  febrero de 2018.

Programa de estudios: Teórico-práctico. 

UNA NUEVA EXPERIENCIA

Emocionada una vez más empacaba mi ropa. Las maletas volvían a ser esas compañeras inseparables de viaje, y el destino Dublin, donde estudiaría inglés en Portobello, durante seis meses.

Las clases eran de lunes a viernes de 9 a.m. a 12:15 p.m, tiempo en el que aproveché para perfeccionar el idioma, impartido por profesores irlandeses y británicos. El inglés visto desde una perspectiva cotidiana y las diferencias entre el americano, irlandés y británico.

Las ganas que venía arrastrando años atrás respecto a salir de mi zona de confort por unos meses, ponerme a prueba en distintos escenarios, ver mi vida desde otra perspectiva, conocer lugares que sólo había visto en películas o fotos, me llevó a hacer este plan; con nervios, pero con más miedo de ver pasar el tiempo y no intentarlo.

En general fue una experiencia que me ayudó a conocerme mejor y a cargar menos en la maleta, para poder avanzar más cómodamente.

Pero, sobre todo, conocí gente que piensa que nadie es demasiado viejo para hacer lo que realmente quiere.

ESTUDIA Y TRABAJA

Irlanda es un país que le facilita al extranjero trabajar legalmente mientras estudia, por lo que conseguí un empleo en una tienda en la que conviví con compañeros de otra países.

Fue un empleo de más de tres meses y medio, con un salario mínimo de 10 euros por hora, lo que me permitía pagar la renta, los gastos semanales y ahorrar para viajar.

Conocí y conviví con gente de Mexico que estudiaba inglés en el mismo programa, así que siempre me sentí como en casa.

También me inscribí en talleres de arte impartidos en museos y galerías.

DE TOUR

Después de las clases, viajaba en tren a pequeños condados cerca de Dublín, donde aprovechaba para tomar fotos.

En los casi 8 meses que estuve fuera de Mexico visité además de Dublín,  Irlanda del Norte, Zakopane y Cracovia en Polonia, Marrakech y Fez en Marruecos, Lisboa en Portugal, Reikiavik en Islandia, Edimburgo en Escocia, Copenhague en Dinamarca, Estambul en Turquía, El Cairo en Egipto, Madrid y Toledo en España.

En Polonia visité Zakopane, un pequeño pueblo pintoresco entre montañas nevadas y pistas para esquiar.

Marruecos fue uno de los países en los que me soñé, fue tal como lo vislumbré con sus colores tierra.

Rumbo a Lisboa haría una escala en Fez de sólo una hora, pero para mí sorpresa el vuelo salía hasta el siguiente día, así que decidí usar por primera vez Couchsurfing, una aplicación donde se pueden encontrar anfitriones en todo el mundo que ofrecen hospedaje gratuito en sus casas. Tenía un poco de miedo pero era mi mejor opción, me arriesgué y así conocí a Omar, un marroquí amable que me recibió en el aeropuerto y albergó en el hogar de sus padres. Estas circunstancias me enseñaron que los estereotipos que tenemos de otras culturas a veces son erróneas, y son personas empáticas y hospitalarias.

El escritor portugués Fernando Pessoa fue mi motivación para visitar Lisboa, tal como la describe así la pude apreciar mientras caminaba por sus calles decoradas y fachadas de azulejos de colores pastel.

Islandia fue otro de mis destinos preferidos. Siempre quise rentar una camper van con amigas y hacer un roadtrip en otro país, disfrutar de los paisajes que ofrecen las carreteras, dormir donde nos cayera la noche y despertar enmedio de paisajes de montañas nevadas y cascadas.

Con una amigas mexicanas que conocí en Dublín viajé a esta ciudad considerada una de las más caras del mundo, así que rentar una camper van era tres veces más económico que pagar un hotel y  tours.

En Edimburgo, Escocia fue como viajar al pasado gracias a su arquitectura medieval, castillos e historias de la realeza; leyendas de fantasmas, músicos urbanos vistiendo la falda escocesa (kit) y tocando gaita.

La aventura de Lilian continuó por Copenhague, otra de las ciudades más caras de Europa con una excelente calidad de vida.

En una comunidad “hippie” autónoma conocí a una señora danesa, quien me aseguró que nunca es demasiado tarde para vivir aventuras; con 45 años de edad y dos hijos llegando a los 20, recién viajó de “mochilera” sola por África.

Estambul fue una ciudad que me puso a prueba. Llegué sola, sin Internet, difícilmente hablan inglés y mucho menos español.

Turquía me mostró su mejor cara: una ciudad limpia, en desarrollo, de hermosa arquitectura, jardines llenos de tulipanes de todos los colores, interesante historia y gente amable y hospitalaria.

Un lugar que me parecía de locura visitarlo sola fue El Cairo, Egipto. Pero gracias a que años atrás conocí a un amigo originario de aquí me animé.

A pesar de su amabilidad, fue el único lugar donde sentí un shock cultural: demasiado caos vial, bullicio, extrañas costumbres…

Madrid fue el punto de entrada y salida del continente. El último día decidí aprovecharlo y recorrer el histórico Toledo, una ciudad que alguna vez albergó judíos, musulmanes y cristianos al mismo tiempo, sin ningún problema. Un pueblo muy bonito de calles empedradas, fachadas en colores tierra decoradas con balcones y callecitas estrechas por donde se cuela la luz del atardecer.

Y es así como después de ocho meses Lilian regresó a Reynosa de un viaje de estudios, donde no sólo mejoró sus conocimientos acerca del idioma inglés sino que aprendió sobre otras culturas, enriqueciendo su vida.

Nombre: Ana Marcela Villa Pérez

Edad: 18 años.

Requisitos para ser elegido en el intercambio:  16 a 19 años de edad, hablar inglés, conocimientos sobre la historia de México y buenas calificaciones.

Trámites: Llenar un formulario con preguntas personales, pasatiempos, datos familiares, estado de salud, entre otra información.

Motivo del intercambio: En la secundaria consideré la posibilidad de estudiar en el extranjero. El Club Rotario Reynosa contaba con un programa de intercambio cultural para estudiantes. Así que a los 15 años inicié con los tramites y el lugar designado fue Verviers, Bélgica.

LA AVENTURA COMIENZA

Por parte del Club Rotario Reynosa inicié con los trámites como candidata para un intercambio cultural.

En mi caso no elegí el país que visitaría y Brasil era el más demandado, motivo por el cual tomé la decisión de aprender lo básico del portugués.

Debido a que en la fecha cuando respondieron mi solicitud formaba parte de unas misiones donde no había señal para comunicarse, a mi regreso recibí la noticia de que el intercambio sería a Bélgica.

La familia anfitriona de aquel país se puso en contacto conmigo; vivían en Verviers, una ciudad ubicada en la parte sur de Bélgica.

Al ser frontera con Alemania y Holanda se habla su propio idioma, además del francés.

Llegó por fin septiembre y me preparé para viajar sola a un país totalmente desconocido para mí, en donde viviría con una familia que sólo había visto en fotos.

‘WELCOME, MARCELA’

Un día antes empecé a sentirme nerviosa, pero sabía que estaba haciendo lo correcto. Estaría lejos de mi familia por diez meses, pero confiaba que todo saldría bien.

El avión partió de Reynosa por la mañana hacía la Ciudad de México, de aquí volaría a Amsterdam donde haría una escala. Fue entonces que empecé a extrañar, porque a pesar de que hablo inglés no era perfecto.

En Bruselas ya me esperaban mis papás (anfitriones): Vinciane Proumen, Benôit Lesenfants y mi hermano François Lesenfants.

Fue agradable verlos en el aeropuerto con una pancarta que decía “Welcome, Marcela”, pero al mismo tiempo me sentí extraña.

El trayecto en carro a Verviers duró 45 minutos. Durante el camino nadie habló, yo estaba muy callada por el cansancio de las largas horas de viaje.

Al llegar a su casa fui directo a la cama y me levanté hasta las cuatro de la tarde del día siguiente. Entre el cansancio del viaje, el jet lag, el cambio de lugar en donde no conocía a nadie ni hablaba su idioma, me ponía un poco triste y durante los primeros días dormí mucho.

Mi familia anfitriona es muy unida y le encantan las actividades juntos. En Bélgica hacen mucho deporte, ya sea correr o triatlones sólo por diversión.

Andar en bicicleta era una de sus pasatiempos así que acepté su invitación y los acompañé. Pensé que sería un recorrido sencillo, pero para mi sorpresa acostumbraban subir las montañas, por lo que me resultó muy pesado, incluso llegué a pensar que no aguantaría ese ritmo de vida.

JE NE PARLE PAS FRANCAIS

Los belgas son muy puntuales así que desde la segunda semana de mi estadía sabía que no tenía permitido llegar ni un segundo tarde a la escuela.

Los maestros son muy exigentes y está prohibido tener una relación de amistad o algún acercamiento con ellos. Si alguna vez los encuentras en la calle debe evitarse saludarlos de beso. Es una relación de respeto muy diferente a la que yo estaba acostumbrada.

En las clases hablaban y escribían en francés, y aunque no entendía estaba obligada a tomar notas.

Adaptarme y conocer a mis compañeros de clase no fue fácil.

Durante el primer mes en Bélgica mi familia anfitriona me habló en inglés, pero con su acento se escuchaba raro y con el mío peor, porque no estaba segura de que lo estuviera hablando bien.

Aprender francés no me resultó fácil pero mi familia y compañeros me ayudaron.

Además tomé clases particulares de una a dos horas por día, muy básicas, lecturas de cuentos para niños.

Al tercer mes ya entendía más y podía mantener una conversación en francés.

BON APPETIT

Los wafles, las papas fritas, el chocolate negro y la cerveza son los platos típicos en Bélgica. En las calles pueden encontrarse puestos callejeros, como en México las taquerías. A mí me sorprendió que la comida la acompañan con cerveza, incluso los jóvenes de 16 años de edad tienen permitido beberla.

Hay mucha variedad y algunas no son etílicas que se toman más por el sabor a cerveza que por el alcohol.

El primer restaurante en el que comí se llama la “Fritería”.  Las papas, brochetas y albóndigas son fritas, muy grasosas pero deliciosas.

Por la cantidad de migrantes turcos, en Verviers se vende comida como la pita, el kebab y el dürüm.

En Bélgica los días son mayormente lluviosos. Cuando llegué el termómetro marcaba aproximadamente como 15 grados, pero conforme pasó el tiempo bajó hasta los cuatro grados y empezó a llover. Yo sentía mucho frío, pues estaba acostumbrada al calor de Reynosa. Incluso hubo días en los que nevó y aunque estaba emocionada también me congelaba.

TARDE COMO LOS MEXICANOS

Bélgica está dividida en dos partes: norte y sur. Los habitantes de la primera son más rígidos y estrictos en su trato, influenciados por la personalidad de los alemanes y Holandeses. Los del sur tienden ser más cálidos, improvisados y relajados,

Los fines de semana visitábamos la casa del abuelo, lo que me hacía recordar a mi familia en México.

Los belgas son muy fiesteros, hasta más que los mexicanos. Organizan sus reuniones con mucha anticipación.

La impuntualidad de los mexicanos es reconocida en todo el mundo, y los belgas cuando llegaban tarde decían: “Hemos llegado a la mexicana”. Una manera de hacerme burla , pero con el tiempo dejaron de hacerlo y yo aprendí a llegar temprano.

EMOCIONADOS CON SANTA

La Navidad me resultó un poco difícil: una cena en familia, en casa del abuelo y sin hacer nada extraordinario, sólo que en esta ocasión la familia no es la tuya. La pasé triste. Me benefició hablarlo con mi mamá anfitriona, la que confesó también estar melancólica porque su hija no estaba con ella. Así iniciamos una conversación que nos hizo sentir mejor.

Esta fecha es muy especial para los belgas y se emocionan más que nosotros con Santa Claus, porque desde antes de la fecha hacen una fiesta para anunciar su llegada.

El 24 de diciembre en la cena no hay un pavo ni se preparan platillos especiales, sólo preparan comida sabrosa y decoran la mesa.

No cantan villancicos, ni oran ni organizan posada como se acostumbra en México.

En Bélgica son católicos o cristianos, pero no son muy religiosos. La iglesia generalmente permanece cerrada porque las personas no van mas que en Navidad o el Día de muertos.

VIAJE NOSTÁLGICO

En Bélgica recorrí casi todo el país porque es muy fácil trasladarse de una ciudad a otra. Lo más lejos de donde vivíamos quedaba a tres horas de camino y en tren visitábamos varios lugares en un día. Resulta muy divertido cuando estás con amigos.

Mi familia anfitriona en Navidad me regaló un viaje a
Amsterdam que resultó nostálgico porque al regresar a casa me mudaría con mi segunda familia.

Con algunos amigos visité los Países Bajos, donde sólo se necesita el pasaporte y visa de Bélgica. Durante el transcurso en tren disfrutamos los hermosos paisajes.

Como parte del intercambio visité Francia e Italia con el Club Rotary durante diez días. Me encantó porque éramos 60 jóvenes de todo el mundo.

APRENDIZAJE

En Bélgica permanecí durante diez meses, durante los cuales tres familias diferentes me abrieron las puertas de su casa. Cada una de ellas con otra forma de ver la vida y costumbres distintas.

Este viaje no sólo me permitió conocer otros países, también valoré más a mi familia, lo que tienes en casa: mi recámara, mi escuela, la comida y hasta el tiempo, porque se pasa muy rápido.

La necesidad te obliga a hablar otro idioma, a dejar el miedo para acercarte a las personas y a adaptarte sin esperar que los demás lo hagan. Debes estar con la mente abierta de que eres el
invitado y es al que le corresponde acoplarse a las costumbres, entorno y forma de vida de ellos.

En mi opinión considero que les dejé una buena impresión de los mexicanos.

No tuve problemas con nadie y procuré ser amable, después de todo así somos en México. Procuraba hacer bromas, pese que mi francés no es perfecto.

Fueron muy cordiales conmigo y me gustaría visitarlos de nuevo en compañía de mi familia.

A su regreso a México, Marcela Villa sigue en contacto con esas familias europeas con las que marcó una etapa importante de su vida.

Categoría: Eventos

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