Como médicos, Lizbeth Cantú y su esposo Alberto José López tuvieron que estar al frente en el área de Covid. Su mayor temor se cumplió: fueron contagiados; alejarse de sus hijos les partió el corazón.
Por Viridiana Leal
Cuando todo hacía parecer que el 2020 iniciaba como cualquier otro año, la noticia de una pandemia por el Covid-19 desconcertó al mundo. En un principio se pensaba que se disiparía en unas cuantas semanas, que no trascendería. Pero el tiempo se encargó de desmentirlo, se trataba de un problema de salud con consecuencias fatales.
Las cifras de contagios empezaron a contabilizarse así como las defunciones. Además de los hospitales se crearon otras sedes para albergar a los enfermos.
La comunidad médica salió al frente de la batalla, y considerados algunas veces como héroes, en otras circunstancias fueron agredidos.
Lizbeth Cantú es médico familiar, pero además esposa, hija y madre.
Con el interés de hacer conciencia en la población, explica lo difícil que es cumplir con esta noble labor, y después
de un día intenso de lucha contra el
virus, tener que regresar a casa con el temor de poder contagiar a sus seres queridos.
UNA LUCHA DE TODOS LOS DÍAS
El personal medico y trabajadores de los hospitales, clínicas y centros de salud jamás imaginaron que el número de enfermos por el coronavirus se dispararía. Viven un caos que tratan de controlar dentro de sus posibilidades.
Todos los días se presentan casos, algunos en menor riesgo otros en estado crítico. Se les atiende, canaliza, da tratamiento y seguimiento.
Cuando a un doctor o enfermera se le asigna el área de Covid tienen que seguir un protocolo de seguridad: lavarse y desinfectarse muy bien las manos para después colocarse el equipo de protección personal: un traje que cubre todo el cuerpo hasta el cabello, dobles zapatos y guantes especiales. Mascarilla de oxigeno con su debida protección o doble cubreboca, además de goggles y careta.
Apenas empieza el turno que puede durar hasta días.
“No es fácil ver a los pacientes sufriendo por algo que parece tan fácil, como es respirar, por eso procuro ser amable y ayudarlos en su lucha por la sobrevivencia… pero decirles adiós es todavía más difícil”, mencionó.
EL MIEDO
La doctora egresada de la facultad de medicina de la UMAN, con especialidad en medicina familiar, reconoce que el miedo a llegar a su casa se ha convertido en el pan de cada día, aunque trata de cumplir con las medidas de higiene y mantener la sana distancia.
“Cuando tienes hijos pequeños es muy difícil, ya que requieren apoyo y atención para hacer sus propias actividades diarias”, comentó.
Algunos médicos, señala, optaron por separarse de sus familias para no arriesgarlas.
“Es triste, pero lo más seguro”, manifestó.
POSITIVOS A COVID.
Tanto Lizbeth como su esposo Alberto son doctores que diariamente conviven con enfermos de coronavirus. A pesar de las medidas de protección, estaban expuestos. Con el tiempo los síntomas empezaron a asomarse, dieron positivo al virus, y su temor aumentó: contagiar a sus hijas y tener complicaciones con consecuencias fatales.
Se vieron entonces en la necesidad de alejarse de su familia como medida preventiva. Fue difícil mantenerse a distancia de sus hijas.
Vivieron momentos de incertidumbre, de mucha tristeza e impotencia. Solo quedaba esperar y seguir el protocolo establecido para mantenerlos a salvo.
Afortunadamente fueron dados de alta y con la mejor actitud continuaron trabajando con la única intención de ayudar, curar, prevenir y poner su granito de arena en esta pandemia.
“Los médicos también tenemos una familia que nos espera en casa y necesita. Arriesgamos nuestra salud todos los días para mejorar la salud de los demás”, expresó.