ÑAM ÑAM
POR CYNTHIA ROBLES WELCH
Sentada en un salón de Tae Kwon Do, observé la falta de respeto y educación de un niño, actitud que desa- fortunadamente me ha tocado presenciar en otras ocasiones.
Hoy, particularmente, fui testigo de una grave acción de este tipo cometida por un niño en su primer día de clase, ante la actitud despreocupada de su madre.
Por alguna razón el pequeño se negaba a entrar y no había forma de hacerlo participar. Ella lo único que hacía era mascar un chicle y mirar su teléfono.
El niño lloraba y continuaba negándose. “No quiero”, repetía.
Por su parte, el maestro trataba de convencerlo, pero al no lograrlo y a punto de empezar la clase, decidió cargarlo. Mientras caminaba hacia el salón recibió tremenda cachetada por parte del menor, ante el asombro de las mamás que estábamos en el vestíbulo. Nos quedamos absortas, mientras que su madre sólo lo reprimió diciéndole: “no seas grosero”.
Ante estas acciones de rebeldía, me pregunto el por qué estamos actuando así, por qué lo permitimos y qué podemos hacer para revertir esta mala conducta.
Yo, por cosas menores, soy muy firme con mi hijo e intento entablar un diálogo explicándole que debe actuar con respeto y amor hacia el prójimo, independientemente de la edad que tenga.
Hoy en día, la mayoría de las mamás delegamos nuestra responsabilidad, sin tomar en cuenta que debemos asumirla desde el momento que tomamos la decisión de traer un niño al mundo.
“El respeto a los demás se origina en el respeto que cada miembro de la familia se tiene a sí mismo. Nace de la relación entre los padres y se fundamenta en el amor que se profesan. Es una fuente de fuerza familiar que nace desde los padres y alcanza a cada uno de los integrantes del hogar, según sus propias singularidades, y da a cada miembro lo que necesita. Lo que los niños vean en casa lo incorporarán a su vida como un modo de ser y relacionarse. Por ello, un factor para tener en cuenta en la promoción del respeto son los modelos de comportamiento y socialización que le brindamos al niño”, indica el doctor César Chinguel, investigador del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Piura.
Ponerse en el lugar del otro, lo que conocemos como empatía, es una herramienta para que los niños tengan relaciones interpersonales satisfactorias y libres de prejuicios.
“La empatía –añade Chinguel– es dar valor a la dignidad del otro. Y se fomenta enseñando a los niños que todas las personas –ellos incluidos– tenemos dignidad, sin importar la procedencia, raza, condición cultural o socioeconómica”.
Los padres deben explicarle a sus hijos que las personas son susceptibles de caer en el error, y que hay que rechazar el error pero no a la persona, a la que se le debe respeto y consideración, lo mismo que esperamos para nosotros.
Según Adhara Ampuero, psicóloga clínica, la empatía es una habilidad básica para las relaciones interpersonales. Nos permite captar las emociones de los que están a nuestro alrededor y lo que pueden estar experimentando en ese momento.
Puede desarrollarse desde la infancia, si los padres sintonizan con las emociones del niño. Es decir, darle espacio a la expresión emocional de los hijos brindándoles el soporte que necesitan, lo cual implica ayudarlos a modular sus expresiones afectivas. No ignore las emociones ni las tolere exageradamente. Es necesario respetar los sentimientos de los niños para que ellos aprendan a respetar los de los demás, pues cuando se sienten queridos y aceptados, aprenden a querer y aceptar a otros.
Tomé este texto que leí hace tiempo y lo guardé para una ocasión como esta, espero les sirva y los invito a reflexionar sobre cómo estamos asumiendo la responsabilidad de ser padres. Una buena recomendación es que busquen los cursos de @atentamente, es una gran herramienta que me ha ayudado a crear esa empatía con mi hijo y con los demás.
Para mayor información sobre el tema:
En el 90.5 de FM, Radio Udem. Busca la estación en Google para escucharla en línea.
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