(“I could’ve missed the pain, but i’d have to miss the dance”)
Manejando por las congestionadas calles del centro de la ciudad, me tocó hacer alto en una esquina. Vi por la ventanilla del carro que, justo a un lado de mi había un poste en el que estaba pegado un anuncio de papel impreso a dos tintas que decía: “Lectura de Tarot. Descubra como será para usted este año 2025. Haga su cita al teléfono xxx-xxxx-xxxx. -Sra. Luna” …Desde tiempos inmemoriales han existido las pitonisas, los oráculos, los adivinos, porque todos, alguna vez hemos deseado ir un paso adelante del destino.
Los días así, fríos, grises y lluviosos, siempre me invitan a la reflexión y a la introspección. En ese momento iba yo escuchando un playlist de música country, cuando comenzó a sonar la canción de Garth Brooks “The Dance”. La música country se caracteriza porque cuenta historias de vida, de experiencias, de pruebas superadas y de lecciones aprendidas.
A la mayoría de las personas no gustan los pronósticos, queremos adivinar el futuro, saber siempre de antemano qué va a pasar. La palabra pronóstico viene de “pro-gnosis” que significa “saber desde antes”. Creemos que si logramos averiguar que nos depara el destino, podemos eludirlo o cambiarlo. Creemos que, si lo que, de haber sabido con anticipación lo que nos ha ocurrido, lo hubiésemos hecho diferente y, nos habríamos evitado muchas penas.
El semáforo se puso en verde y avancé mientras ponía atención a la letra de la canción de Garth Brooks al tiempo que pensaba en todo lo que me ha tocado vivir, y la letra de “The Dance” se ajustaba perfectamente a cada situación recordada:
“Mirando atrás, en las memorias de esta danza que compartimos, bajo las estrellas en el cielo, por un momento me parecía que todo en el mundo estaba bien. ¿Como iba yo a saber que, finalmente iba a perder, como las cosas terminarían por ser? ¡¿Como iba a saber que aquello que tan feliz me hacía, algún día ya no lo volvería a ver?!
Pero ahora, me alegro de no haber sabido lo que iba a suceder. Nuestras vidas están mejor cuando las dejamos fluir en la oportunidad, cuando nos arriesgamos en la incertidumbre…y sí, de haber podido saber lo que sucedería, nos hubiéramos evitado el dolor. Pero también, nos habríamos perdido las alegrías de la experiencia, de esa danza vital de emociones bajo la ilusión de las estrellas.
Cuando abrazamos la vida, así a ciegas, “al tanteo” y sin garantías, lo abrazamos todo. Por momentos nos sentimos como los reyes del mundo…Si hubiésemos sabido como es que los reyes muchas veces caen derrotados, una vez caídos, seguramente intentaríamos cambiar todo lo vivido. ¡Qué bueno que no supimos antes, en qué momento nuestras ilusiones, felicidad y nuestros corazones llenos de entusiasmo, terminarían hechos añicos! ¡Me alegro de no haber sabido de qué forma todo iba a acabar porque, de saberlo jamás lo habría intentado! ¡Muchas veces también, la vida me dio cosas mejores de las que esperaba! Porque, es mejor dejar que la vida nos sorprenda, aunque duela y que nos invite al juego de la oportunidad, del asombro y de la danza, bajo la luz de las estrellas, la ilusión y de la esperanza.”
Por eso, celebro lo vivido, lo gozado y lo sufrido…y, aun más, celebro no haberlo sabido.