El cambio es parte de la vida; dejemos atrás la incertidumbre y la resistencia.
Por Clara Villarreal
Si algo tenemos seguro en esta vida es el cambio. La impermanencia de las cosas distingue nuestro día a día y sin embargo, los cambios siempre ocasionan estrés. Así sea una transformación que nosotros mismos hayamos buscado (por ejemplo, un nuevo trabajo, la mudanza a una casa más grande o terminar una relación conflictiva) enfrentarnos a una situación nueva hace que se nos disparen los temores. La reacción más natural del ser humano ante una situación desconocida es el miedo.
Lo mismo que sucede en nivel micro, al interior de una persona, sucede en macro proporciones a nivel nacional a lo largo y ancho de un país. Queríamos un cambio y el cambio llegó. E igual que un trabajo nuevo o una mudanza generan expectativas muy altas, surge, también, el miedo.
Quienes votaron por López Obrador, virtual presidente electo de México, tienen un poco más de control sobre, al menos en la parte emocional. Quienes no, tendrán que afrontar el hecho con madurez y esperanza. Madurez para aceptar el cambio y esperanza para desear sinceramente que el cambio sea para mejorar.
Por otra parte, el triunfo de López Obrador evidencia los rotundos fracasos de otros partidos políticos. Nos muestra la necesidad apremiante de renovar estructuras o hundirnos en el descrédito. Los partidos que fracasaron prefirieron apegarse a estructuras que se caracterizaron por el abuso, los excesos, la soberbia y la corrupción. Al final, el pueblo se cansó y dejó oír su voz.
Como dice el dicho, “renovarse o morir”. Dejemos de lado la ansiedad, dejemos atrás la incertidumbre y la resistencia. El cambio es parte de la vida, es como el agua, que si no fluye se estanca. Hagamos a un lado el miedo y pensemos que con este cambio lo mejor está por llegar.