Una conducta agresiva es aquella en la que un niño trata de hacer daño físico o psíquico a otro pequeño, o incluso a sus padres y maestros. Se trata de una acción intencionada manifestada a través de patadas, gritos, empujones, ‘palabrotas’, mordidas, jalones de pelo, etc.
Este comportamiento conlleva complicaciones y dificultades en las relaciones sociales. Impide una correcta integración en cualquier ambiente: escuela, en casa… Pero, ¿cómo podemos ayudarlos?
1. Identificar la causa que lo genera: baja autoestima, desamor, sentirse desplazado. Solucionar el problema le ayudará a cambiar su conducta.
2. Crear un clima familiar de confianza le permitirá expresar sus emociones. Explicarle que es normal sentirse enojado pero los golpes no son la solución. Lo indicado es hablar y expresar sus emociones para descargar su coraje.
3. La intervención temprana es mucho más efectiva. No esperar a que el niño empiece a mostrar un comportamiento agresivo. Intervenir tan pronto se observe su frustración o alteración.
4. Generar oportunidades de éxito en su día a día. Felicitarlo por tender la cama, recoger su plato, vestirse solo, o incluso por haberse logrado contener en un momento determinado sin recurrir a la agresividad.
5. Ser un ejemplo. El mal comportamiento de los adultos lo replicarán los niños. Ser congruentes y un modelo de conducta para ellos.
6. Violencia contra los padres. Cuando el niño explota, grita, insulta e incluso quiere agredir, lo mejor es mejor alejarse, en este momento no puede razonar.
7. Comportamiento violento contra el hermano u otros niños. Es necesario frenarlo con firmeza. No esperar a que vuelva a pegar. Apartarlo del agredido y explicarle que se reintegrará cuando esté listo para hacerlo sin hacer daño.
8. Hacerle comprender después que su conducta no fue la adecuada y aplicar algún castigo privativo o educativo, además que deberá pedir perdón a la persona lastimada.
9. Evitar largas horas frente a la televisión y acceso a videojuegos de contenido violento, y favorecer la práctica de ejercicio físico para canalizar su energía de forma positiva.
10. Buscar ayuda terapéutica. En caso de no funcionar las recomendaciones anteriores, es conveniente acudir a un terapeuta infantil para analizar las causas de su mala conducta y canalizar sus emociones.
Los niños no nacen agresivos, aprenden a ser agresivos, aunque también pueden aprender a dejar de serlo.