Por CYNTHIA ROBLES WELCH
El cuerpo es un reflejo de nuestra historia personal, cuenta de alguna manera los caminos que hemos decidido seguir o no. Lo vestimos y adornamos para pertenecer, buscando la aceptación y para disimular la belleza del mismo, porque para nosotros la belleza natural que se transforma con el tiempo, mayormente la encontramos repulsiva.
Los seres humanos hemos decidido vivir bajo una serie de premisas que van definiendo nuestro sufrimiento y que nos logran llevar a tomar decisiones por una sola causa, la de sentirnos parte de un contexto social.
Nos cuesta entender que es mucho más complejo que tener una figura envidiable, según ciertos cánones.
Ella estaba bellísima, embarazada, con ese brillo en sus ojos y con un pequeño vientre que la hacía verse preciosa. Yo, al verle, recordé mi embarazo y lo bien que me sentía en ese estado, mi cuerpo cambió, pero yo, en esos cambios, descubrí la belleza de la transformación al dar vida, y sigo sintiendo que ha sido una de las mejores etapas de mi cuerpo.
La futura madre discutía con la que parecía ser la próxima abuela, sobre un vestido que comprarían. La primera le reprochó: “¿pero qué no ves lo gorda que estoy?”. Sus palabras me hicieron voltear la mirada hacia la escena, para corroborar que la preciosa embarazada había sido capaz de considerarse de esa forma. Por un momento tuve la intención de explicarle que estaba en un error, pero preferí sólo observar.
Por otro lado, hace unos meses una gran amiga a la que admiro, me confesó sobre su decisión de quitarse los implantes de mama que alguna vez se puso.
Su historia es como la de muchas mujeres frustradas y engañadas por la industria de la belleza y la cosmética, la que nos empuja a hacer lo que sea para “sentirnos bien” y aceptadas.
Ella tuvo la conciencia de escuchar a su cuerpo, el que le pedía a gritos que hiciera algo. Esta decisión no fue sencilla por el dolor físico y emocional que conllevaba, pero al cabo del tiempo se sintió agradecida y aliviada; ahora tiene paz, salud y calidad de vida.
Podemos llegar a ser absurdamente inconscientes y nublar la vista a lo que nos hace ser quienes somos. Necesitamos benevolencia y respeto para nosotros mismos. Cada cabeza es un mundo de historias y cada cuerpo un vehículo maravilloso para disfrutar este viaje. Ninguna pastilla mágica desaparecerá los dolores del alma que son causados por el rechazo a nuestro cuerpo físico. Aceptación y resignación para las familias de todas las personas que se han ido en la búsqueda de la aceptación.
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