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¡Papás, gracias por existir!

27 de junio de 2017 por Redacción

Papas, gracias por existir
Con motivo del Día del Padre, la alcaldesa Maki Ortiz escribe lo que significa en su vida el hombre que le dio la vida. A su memoria.

Diariamente recuerdo a mi padre. ¿Que diría él? ¿Que haría en esta u otra situación? Fui siempre consentida y protegida por él.

Recuerdo los sábados levantarme muy temprano, ponerme una camisa vaquera, pantalón de mezclilla y botas para acompañarlo al rancho.

Durante el camino, siempre me hablaba de la naturaleza y sus maravillas, de cómo se veía el trigo dorado que parecía una extensión del sol; de las propiedades increíbles de la soya; de los amaneceres y anocheceres; de cómo se llamaban las estrellas y de cómo podía haber gente que dudara de la existencia de Dios, habiendo tanta evidencia en la creación.

A mí me aburría su semanal discurso, por años tuve que escucharlo, aunque me encantaba estar con él porque luego tomábamos fotos y comíamos en un vado pescado relleno de camarones, ¡delicioso!

Siempre pensaba que no tendrían esos sábados ningún efecto en mí. ¡Me equivoqué!

Hoy me detengo a ver un amanecer, admiro el baile de las flores al ritmo del aire, respiro profundo y aprecio el oxígeno limpio del campo, adoro el jardín y disfruto cuidar las plantas, respeto la naturaleza y repito a mi hijo desde que nació la misma plática de mi padre. Sé que le aburro pero segura estoy que piensa y aprecia la naturaleza como mi padre, y él lo transmitirá a sus hijos.

Mi papá también fue un hombre culto. Me pedía que leyera un libro al mes y lo tenía que comentar con él durante las comidas. Siempre fue importante en el hogar que tuviéramos acceso a los libros y a educarnos por igual, mi hermano y yo.

Mi papá era un hombre moderno, creía en la equidad entre hombres y mujeres, no que éramos iguales, pero que deberíamos tener las mismas oportunidades.

Me impulsó a estudiar, a tener una carrera, a ser autosuficiente. Me repetía que quería que yo me casara y viviera con alguien por amor y no porque lo necesitaba para mantenerme. Me enseñó a respetarme y a respetar. Decía que un hombre de verdad lo demostraba apreciando a la mujer, reconociendo sus talentos y ayudándole a desarrollarlos, jamás difamándola y mucho menos golpeándola. Me repetía que nunca permitiera que me faltaran el respeto y que ayudara a las mujeres en esa situación.

Sobre todo, me decía constantemente que él estaba conmigo y que su amor y solidaridad eran para siempre.

Mi papá murió muy joven, pero le alcanzó la vida para sembrar en mi mente y corazón todas sus enseñanzas.

Estoy segura que sabe que tengo un esposo amoroso y que me respeta, que en su ausencia es mi fortaleza. Que tengo un hijo que hemos enseñado a respetar y valorar a las mujeres. Que mi hermano es siempre incondicional conmigo y que mis amigos son respetuosos y solidarios.

Sabe que puedo defenderme de los que todavía no aprenden a respetar a las mujeres, los que se atreven a violentarlas con palabras o con hechos. Que entendí que mis mejores aliadas son las mismas mujeres, que de nuestra unidad y solidaridad depende nuestra fortaleza.

Estoy convencida de que la mayor bendición que tiene una hija es tener un hombre de verdad como padre: Tú lo fuiste papá. ¡Dios te bendiga!

ahernandez@revistaclase.com

Tels. 929.75.85 al 87. Ext. 106

 

Categoría: Sociales

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