Diariamente recuerdo a mi padre. ¿Que diría él? ¿Que haría en esta u otra situación? Fui siempre consentida y protegida por él.
Recuerdo los sábados levantarme muy temprano, ponerme una camisa vaquera, pantalón de mezclilla y botas para acompañarlo al rancho.
Durante el camino, siempre me hablaba de la naturaleza y sus maravillas, de cómo se veía el trigo dorado que parecía una extensión del sol; de las propiedades increíbles de la soya; de los amaneceres y anocheceres; de cómo se llamaban las estrellas y de cómo podía haber gente que dudara de la existencia de Dios, habiendo tanta evidencia en la creación.
A mí me aburría su semanal discurso, por años tuve que escucharlo, aunque me encantaba estar con él porque luego tomábamos fotos y comíamos en un vado pescado relleno de camarones, ¡delicioso!
Siempre pensaba que no tendrían esos sábados ningún efecto en mí. ¡Me equivoqué!
Hoy me detengo a ver un amanecer, admiro el baile de las flores al ritmo del aire, respiro profundo y aprecio el oxígeno limpio del campo, adoro el jardín y disfruto cuidar las plantas, respeto la naturaleza y repito a mi hijo desde que nació la misma plática de mi padre. Sé que le aburro pero segura estoy que piensa y aprecia la naturaleza como mi padre, y él lo transmitirá a sus hijos.
Mi papá también fue un hombre culto. Me pedía que leyera un libro al mes y lo tenía que comentar con él durante las comidas. Siempre fue importante en el hogar que tuviéramos acceso a los libros y a educarnos por igual, mi hermano y yo.
Mi papá era un hombre moderno, creía en la equidad entre hombres y mujeres, no que éramos iguales, pero que deberíamos tener las mismas oportunidades.
Me impulsó a estudiar, a tener una carrera, a ser autosuficiente. Me repetía que quería que yo me casara y viviera con alguien por amor y no porque lo necesitaba para mantenerme. Me enseñó a respetarme y a respetar. Decía que un hombre de verdad lo demostraba apreciando a la mujer, reconociendo sus talentos y ayudándole a desarrollarlos, jamás difamándola y mucho menos golpeándola. Me repetía que nunca permitiera que me faltaran el respeto y que ayudara a las mujeres en esa situación.
Sobre todo, me decía constantemente que él estaba conmigo y que su amor y solidaridad eran para siempre.
Mi papá murió muy joven, pero le alcanzó la vida para sembrar en mi mente y corazón todas sus enseñanzas.
Estoy segura que sabe que tengo un esposo amoroso y que me respeta, que en su ausencia es mi fortaleza. Que tengo un hijo que hemos enseñado a respetar y valorar a las mujeres. Que mi hermano es siempre incondicional conmigo y que mis amigos son respetuosos y solidarios.
Sabe que puedo defenderme de los que todavía no aprenden a respetar a las mujeres, los que se atreven a violentarlas con palabras o con hechos. Que entendí que mis mejores aliadas son las mismas mujeres, que de nuestra unidad y solidaridad depende nuestra fortaleza.
Estoy convencida de que la mayor bendición que tiene una hija es tener un hombre de verdad como padre: Tú lo fuiste papá. ¡Dios te bendiga!
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