Ser mujer en un mundo machista no es fácil. Siempre se ha dicho que las mujeres debemos trabajar el doble solo para obtener la mitad del reconocimiento. Más difícil todavía es ser feminista sin que por eso haya que dejar de ser femenina. Es decir: a mí no me interesa emular a los hombres, lo que me importa es que no se subordine ni se subyugue a las mujeres. Es un tema de justicia. Justicia no es incluir a unos a costa de excluir a otros.
De ahí que, creo que cuando se asumen posturas radicales en la lucha por esa justicia, la balanza tiende a inclinarse hacia el otro lado y, nuevamente se vuelve injusta; como si fuera una revancha o una venganza al estilo de la Ley del Talión de “ojo por ojo, diente por diente”. Como si se tratara de decir: “si tú me excluiste, ahora te excluyo yo”, “Si tú me subyugaste, ahora te subyugaré yo”.
Paradójicamente, -al menos en mi vocabulario- las palabras y los conceptos no se pueden definir ni expresar simplistamente por medio de sus contrarios u opuestos. La inclusión no puede ser excluyente, la igualdad no puede ser desigual y la paridad no puede ser dispareja. Pero, así sucede casi siempre en los contextos radicales, que tienden a volverse desequilibradamente compensatorios, como si con eso se pudiera cambiar el pasado.
Decía Isaac Newton que “A toda acción le corresponde una reacción de la misma intensidad, pero en sentido contrario”. Sin embargo, yo no soy partidaria de reaccionar con las mismas injusticias y la misma intensidad, pero en sentido contrario. En física funcionará como decía Newton, pero en política es retaliación no reivindicación.
Quiero aclarar que soy mujer, soy feminista y soy femenina, pero no soy radical. Creo firmemente en el intelecto, la capacidad, las habilidades, las destrezas, el carácter y el valor de las mujeres (y también en las de los hombres). Creo en la paridad complementaria entre hombres y mujeres, en la igualdad de derechos para todos y en la inclusión de todas las personas para participar en los quehaceres y deberes de la vida. No creo en los déficits culturales que obstaculizan estos conceptos y mucho menos en medidas inconstitucionales y antidemocráticas que los desvirtúan y que no compensan con justicia, los rezagos del pasado. Una cosa es revertir la discriminación y otra muy diferente es ejercer la discriminación a la inversa.
No estoy de acuerdo en que para las próximas elecciones a la gubernatura de Nuevo León se “obligue” a que se postulen únicamente mujeres ya que la medida resulta paradójicamente radical y opuesta a los principios de igualdad, inclusión y paridad en su definición más pura. Así no es como se llega al equilibrio. El día en que dejemos de debatir en términos de “hombres vs mujeres” como tema de género y comencemos a hablar de “hombres “Y” mujeres” en términos de humanidad, habremos avanzado realmente hacia la justicia y la congruencia.
Ojalá que esa propuesta de candidatear solo a mujeres, en verdad tuviera un objetivo de justicia -que por definición no la tiene- y no una finalidad meramente de conveniencia política disfrazada hipócritamente de un feminismo mal entendido.