Eucario Durán Rivas, amoroso padre de familia, esposo ejemplar, excelente cocinero, ingeniero industrial, gran anfitrión y mejor amigo, con el tiempo descubrió que tenía talento para pintar y, desde entonces, lo hace por puro gusto.
Pinta bien, con un estilo peculiar que ya lo identifica, y cuando se ven algunos de sus trabajos se puede decir que es de Eucario Durán.
Con un talento que tenía guardado, muy escondido en el último rincón de su memoria, afirma que su gusto por el dibujo y la pintura le viene de muy atrás, de cuando era muchacho.
“Tengo la inquietud desde que estaba joven, en la preparatoria de la Universidad de Guadalajara, ahí me entró la inquietud de pintar… a los 18”, recordó.
Comenta que unos compañeros de la escuela asistían al taller de Artes Plásticas de la universidad, y él los acompañaba en las tardes a la clase de dibujo y pintura.
Fue tanta su inquietud en ese entonces que comenzó a pintar con la acuarela y el pastel; dos técnicas sencillas para empezar a soltar la mano.
“Luego lo dejé por mi carrera de ingeniero industrial. Después me dediqué a trabajar y me olvidé de todo, hasta ahora, que ya estoy viejo…”, señala.
Así, dejó pasar todo ese tiempo en blanco, tanto, que los años se tornaron en lustros a su paso y un buen día de 2006, como por arte de magia, ¡se acordó de que pintaba!
En ese momento se integró, “Después de ser aceptado”, –en sus propias palabras–, al Taller de Arte “Cordero”. Tomó clases de pintura nada más y nada menos que con Silvia Cordero.
Ese mismo año se enteraron en casa de que “papá pintaba”, pues Cayín, su hijo, estaba sorprendido de su talento para el dibujo, ya que de una foto sacaba el rostro y lo plasmaba muy rápido en papel.
“Pero nada más… sólo dibujaba. Algo realmente valiente, empecé a hacer retrato, paisaje y me solté y solté y pinté y pinté y pinté… y hasta la fecha”, dijo emocionado.
Al día de hoy se ha inclinado más por el retrato y sus pinturas las hace en acrílic