Aquí va una afirmación ya muy repasada, trillada, súper escuchada y muy dicha, pero real al cien por ciento: qué difícil es ser padre, o madre, claro; ambos roles está muy canijo ejercerlos.
Por supuesto hablo de ser “bueno”, o sea, “un buen padre” o “una buena madre”, es decir, comprometidos, responsables, empáticos, afectuosos, orientadores comprensivos, disciplinados, amorosos, ¡y tantas cosas más que podrían (y deberían) integrarse a esta lista.
Y aquí va otra: “No nacemos sabiendo ser padres”; incluso, una revista llamada “Padres e Hijos” que leía por allá a finales de los noventa porque mi mamá la compraba, tenía un slogan casi idéntico: “Porque no nacimos sabiendo ser padres”.
No nos vamos a meter en la onda de que, si a la madre se le exige más, o que algunos padres solo asumen el rol de proveedor; o si hay quienes dicen que mamá disciplina y papá consiente, porque nada de esto es una regla y la forma en que se cría a los hijos es diferente en cada familia, pero si, ¡qué canijo es ser mamá o papá!
Se pudiera decir que actualmente es muy difícil educar, criar y guiar a los retoños, no sé si alguien lo haya dicho o pensado, yo sí, en varias ocasiones.
Es algo muy complejo porque, aunque no fui madre en otra época, si tengo hermanos y nos “llevamos” un buen de distancia (hablando de años y edad) y las cosas a las que me enfrento ahora son muy diferentes a las que se enfrentaba mi mamá, por decir algo.
Claro que cada época tiene sus retos, y los peligros de antes no son igual que los de ahora, aunque algunos permanecen; pero lo cierto es que vivimos en tiempos en los que la vida se vive aprisa, la sexualización está presente en casi todo, el consumismo se ha vuelto una moda, y los likes a veces cuentan más que los valores.
Por si fuera poco, y uno no tuviera ya suficientes dudas, las redes están inundadas de madres y padres “modelo” que te muestran la lonchera perfecta, hijos que lucen como muñequitos de aparador perfectamente arreglados, bebés que a sus dos meses ya caminan, hablan, leen, redactan, y están por graduarse de una maestría (nótese aquí el sarcasmo), entre otras muchas cosas que te hacen pensar “pos’, ¡¿qué estoy haciendo?!”.
Claro que también hay espacios que nos dicen que todo llega a su tiempo, que cada niño, e incluso hijo, es diferente, y que a uno como madre o padre a manera de apapacho nos dicen “¡hey!, ¡todo está bien!”, lo cual se siente como esa palmadita en la espalda que a veces (casi siempre) necesitamos.
Así que, si tú sientes que nomás no te estás viendo como esa mamá o papá que hace una labor perfecta, no te agobies, ni intentes competir con nadie, solo tu conoces a tus hijos, tus circunstancias, tus tiempos y entorno, y muy importante: tu interior.
Da todo de ti (lo que puedas, no eres Wonderwoman), exprésale tu amor a tus hijos, enséñales sobre responsabilidad, a respetar a sus semejantes, a ser empáticos; y trata, traaata, porque no es algo fácil, de mantener la comunicación.
Te aseguro que ellos notan todo esto y lo recordarán y valorarán siempre.