Si alguna vez has sentido angustia, estarás de acuerdo en que es una sensación muy desagradable; es desgarradora… En mi caso, cuando la he sentido, -por cualquier circunstancia que sea-yo la siento como un hueco en el estómago. Es como un “coctel” que contiene miedo, ansiedad, dolor e incertidumbre y que me atrapa en un tiempo inmóvil… que no pasa ni deja pasar.
Creo que ya he platicado aquí sobre la mujer más inteligente que he conocido en mi vida: mi abuela María. De ella adquirí el gusto y la afición por escribir… pero también por preguntar, por indagar y por tratar de descifrar y entender las cosas que nos pasan en la vida.
Así fue que un día le pregunté a mi abuela María ¿qué es la angustia? Y entonces, fuimos a su escritorio antiguo, de esos que tienen tapa, estilo “secreter”. Sacó una caja de metal que alguna vez sirvió para galletas finas, y que ahora se abría ante mis ojos como un cofre de tesoros que contenía sus pensamientos, escritos en prosa o en verso, en hojas sueltas y a lápiz. Entonces, buscó entre aquellas hojas y ella me mostró un verso que escribió en 1960, titulado simplemente “Angustia”. Dice así:
ANGUSTIA
“Viento inmóvil,
Llanto congelado,
Sollozos que se ahogan
En un puño cerrado.
Viento inmóvil,
Honda tormenta
Que en silencio ruge,
Bajo una tonelada
De gris pluma.
Viento inmóvil
cuando desates tu furia
a latigazos romperás
en mil prismas sangrantes
este dolor callado.”
Esa tarde, yo escuché a mi abuela mientras me leía ese verso escrito hacía ya muchos años. Reflexioné sobre sus metáforas y quise entender que la angustia es eso: un llanto congelado… un nudo en la garganta que nos ahoga, el puño cerrado con el que nos clavamos las uñas en la palma de la mano… un miedo no confesado, ni definido; un pesar inexplicable y a la vez, una “bomba de tiempo” que en cualquier momento explotará… eso, es la angustia. Como cuando quiero llorar y no puedo, quiero gritar y no me sale la voz, quiero correr, pero no sé hacia dónde… quiero preguntar, quiero saber la verdad, pero temo conocer la respuesta.
Dedico este texto a las Madres Buscadoras, que por sus seres queridos desaparecidos, han vivido años de terrible angustia.*
*”Madres buscadoras, también llamadas madres rastreadoras,[1] es el término con el que se refiere a mujeres activistas mexicanas que buscan a sus familiares desaparecidos (principalmente, pero no exclusivamente, hijas e hijos) o sus restos, y justicia debido a la crisis de derechos humanos en México.”