Cuando parecía que Real de Catorce iba a quedar sepultado en el olvido, como un pueblo fantasma, después de que la plata en sus minas lo hiciera brillar, los devotos de “Panchito”, el santo Francisco de Asís que veneran los lugareños y al que milagros le son atribuidos, inician las tradiciones de las peregrinaciones y la algarabía vuelve, mientras los huicholes persisten en su camino hacia Wirikuta en busca del peyote.
Actualmente, considerado pueblo mágico, es uno de los más visitados y sobrevive gracias al turismo.
Ese ambiente enigmático, religioso y misterioso le dio vida a Real de Catorce y atrajo a mexicanos y extranjeros de todo el mundo.
Las leyendas de huicholes y el peyote, una planta que consideran sagrada y curativa, llamaron la atención de mochileros y hippies, algunos de paso y otros albergándose aquí, los que aprovecharon su estancia para vender artesanías. Este ambiente espiritual le daría un atractivo más a esta región minera que alcanzó su mayor esplendor en 1778.
A una altura de 2 mil 750 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de la sierra de Catorce, en el estado de San Luis Potosí, en el norte de México, Real de Catorce con los años sobrevive del turismo, su principal fuente de ingresos.
Llegar hasta el pueblo es una aventura. Está a una distancia de 77 kilómetros de Matehuala, por la carretera federal número 57 de San Luis Potosí. Unos kilómetros después de Cedral, se continúa por una desviación, cuesta arriba, sobre un camino de terracería, rodeado de una variedad de plantas cactáceas, la mayoría nopales y cactus. Es casi media hora de trayecto para encontrar el túnel “Ogarrio”, de 2 mil 300 metros de longitud, por el cual se ingresa al pueblo. No hay otro camino.
Debido a que es un túnel angosto, de un solo carril, los automovilistas deben esperar su turno para pasar, y cuando hay festividades, una larga fila de vehículos, caballos y hasta mulas forman fila para cruzar. Pero también se puede cruzar a pie.
En época de celebraciones, se prohíbe el paso a los automovilistas por el túnel y sólo se puede transitar en un carretón jalado por mulas.
Aunque Real de Catorce está asentado sobre un terreno semidesértico, el clima tiende a ser muy variable, ya que la altura en la que se encuentra favorece las temperaturas frías.
HISTORIA
Real de Catorce fue un prominente pueblo minero, ahora fiel testigo del crecimiento que tuvo entre 1880 y 1940 gracias a sus minas de plata, consideradas con las de Zacatecas y Guanajuato, líderes en la extracción de este metal.
La fiebre de la plata se desató y cientos de mineros y aventureros iniciaron la búsqueda del preciado tesoro, aún en condiciones adversas, sin infraestructura y agua. Ni siquiera había una autoridad, así que los más poderosos aprovecharon las circunstancias.
Para poner cierto orden llegó el español Silvestre López Portillo a quien se le atribuye la fundación del pueblo, en su origen llamado Real de Minas de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Guadalupe de los Álamos de Catorce.
Sin embargo, cuando las minas dejaron de producir, casi agotadas las vetas, por falta de trabajo inició el éxodo de los habitantes en 1910; de 15 mil sólo se quedaron 300, aunque el censo de 2010 registró un aumento a mil 392.
Aquella tierra empezaba a oscurecer y las suntuosas construcciones en las que vivían los acaudalados se transformaron en ruinas. Un poblado desolado, en medio del desierto, entre edificaciones abandonadas hacía ver a Real de Catorce como un pueblo fantasma.
Pero la gente que había emigrado continuamente regresaba al pueblo para encomendarse a San Francisco de Asís, un santo que se volvió muy popular. Con la tradición de las peregrinaciones Real de Catorce empezó nuevamente a cobrar vida. De igual manera por la costumbre de los huicholes de llegar al bajío de Catorce para recolectar el peyote y ofrecer las sagradas ofrendas a sus dioses en el cerro Quemado.
Considerado entre los pueblos mágicos de México, Real de Catorce está rodeado de una energía y magnetismo tan poderoso que es difícil resistirse a visitarlo… una y otra vez.