Gracias a su excelencia académica, Erika Fernanda Peña Banda y Regina López Prado cumplen el sueño de viajar a Alemania y la India, donde son recibidas por familias con las que comparten otra cultura y hacen nuevas amistades. Con los recuerdos guardados en su corazón, hablan de sus experiencias.
Ser un estudiante sobresaliente y hablar otro idioma fueron dos de los motivos para que Erika Fernanda Peña Banda y Regina López Prado tuvieran la oportunidad de viajar a Alemania y la India, respectivamente.
Gracias a sus méritos fueron seleccionadas por el Club Rotario Reynosa para emprender el viaje de sus sueños, a través de un intercambio cultural.
Cada una recuerda sus experiencias en un país con costumbres y tradiciones tan distintas a las de México.
Evocan a aquellos amigos que tuvieron el gusto de conocer y con los que guardan una hermosa relación aún en la distancia.
Ser parte de una familia a la que no se conoce, pero que las recibió con los brazos abiertos fue una de las cortesías que jamás olvidarán.
Aunque es una población de carácter “frío”, Erika fue recibida con un guacamole que le prepararon para la cena, aunque no le gustó.
Reconoce que aprendió mucho pero, sobre todo, crear un círculo de amistades de otras naciones es lo que más guarda en su corazón.
Por su parte, Regina tuvo que esperar en el aeropuerto a su nueva “familia”, ya que llegaron tarde por ella, contrario a lo que suelen ser los alemanes: muy puntuales.
Considera que son una cultura muy espiritual con un estilo de vida muy diferente, pero con el tiempo se acostumbró y disfrutó esta maravillosa vivencia.
‘TÚ TE VAS A ALEMANIA’
Nombre: Erika Fernanda Peña Banda.
Edad: 18 años.
Nació: En Mission, Texas, pero se crió en Reynosa.
Padres: Erika Banda de Peña y Luis Fernando Peña Guzmán (†).
Hermanos: Lucía del Pilar Peña.
Grado de escolaridad durante el intercambio: onceavo grado en el Colegio Mexicano.
Requisitos solicitados por el Club Rotario Reynosa para el intercambio cultural: tener entre 16 y 19 años de edad. Ser digna de representar la cultura mexicana. En ese tiempo era parte de un mariachi, participaba en eventos de oratoria y se interesaba por la música. Hablaba inglés y, claro, tenía buenas calificaciones.
Después de llenar una solicitud y elegir entre Francia, Suiza, Bélgica, Italia y Brasil, y como última opción Alemania, le informaron que había sido aceptada para este último país, donde se hospedó en Hamburgo.
CON LA FAMILIA TROSTDORF
Cuando recibí el correo por parte del Club Rotario Reynosa después de meses de espera, me sentí muy emocionada. El mensaje decía en letras grandes: “Erika, tú te vas a Alemania”. Enseguida me pregunté: “¿Qué voy a hacer?” No conocía el idioma y tenía un poco de miedo por la cultura tan diferente a la de occidente y la personalidad fría de ellos.
A pesar de estar nerviosa fui bien recibida por la familia Trostdorf. Mis “papás”, como les llamo, Frank y Antje Trostdorf, él neurocirujano y ella ginecóloga, me trataron como a una más de sus hijas, ya que tienen dos: Carla y Lisa, en aquel tiempo de 11 y 14 años de edad. Con ellos estuve sólo 8 meses, los últimos tres los pasé con la familia Kaufmann con la que no tuve tanta cercanía pero que igualmente agradecí su hospitalidad.
Al principio, comunicarnos fue un poco difícil porque en Hamburgo no hablan inglés, sólo mi “papá” y no muy bien. Al cumplir el mes de vivir con ellos me dijeron que sólo me hablarían en alemán, por lo que tomé clases intensivas con una maestra. Como cualquier idioma se necesita más de un año para poder dominarlo, sin embargo fue tanto mi esfuerzo que lo aprendí en un ochenta por ciento.
Cuando estás de intercambio tienes que estudiar así que me inscribieron en una escuela de otra ciudad, un poco lejos de donde vivía.
La cultura y costumbres en Alemania son muy diferentes, ¡empezando por el idioma! La puntualidad es otra de sus cualidades, de lo que no podemos presumir los mexicanos.
Me levantaba muy temprano para tomar el tren rumbo al colegio, no me era posible estar a tiempo, llegaba con cinco minutos de retraso, lo cual es imperdonable para ellos, así que me mostraban su malestar y no me hablaban.
Me explicaron que si ellos podían ser puntuales, yo también. Les explicaba que se me complicaba el traslado, por lo que refutaban que de ser necesario cambiara las rutas. Con un poco más de esfuerzo y sus consejos conseguí llegar a la hora indicada.
GUACAMOLE EN LA CENA
Los modales en la mesa también varían y no porque yo no los tuviera. Ellos me educaron para comportarme “correctamente”, al grado que hasta el día de hoy tengo como costumbre poner los cubiertos cruzados al terminar de comer y levantar los platos.
La gastronomía, sin duda, dista mucho de lo que comemos en México. Sin embargo, tuvieron un gesto muy lindo conmigo cuando llegué pues hicieron “guacamole” para la cena. Cuando lo vi no supe lo que era pues parecía más una salsa verde muy rara, a la que le agregaron limón amarillo. No tenía buen sabor, pero aún así lo disfruté, porque se tomaron la molestia de tener ese detalle. Después les expliqué la forma de prepararlo, sin necesidad de licuadora o limón. Y ahora lo acostumbran en algunas cenas.
Para ellos los compromisos familiares son lo más importante. Si por alguna razón tengo una cita con amigos pero ese mismo día la abuela cumplía años, me tenía que olvidar de esa salida y acudir a la celebración familiar. Estar involucrada con ellos y los suyos, era lo primordial.
El agradecimiento es un sentimiento que valoran, por lo que siempre les mostré mi gratitud por los detalles que tuvieron conmigo.
Me enseñaron a decir gracias con algún obsequio. A la maestra de alemán le di un regalo y cuando me cambié con la otra familia le llevé rosas y una botella de vino.
Se dice que los alemanes son muy fríos, pero más bien es que no confían tan rápido en las personas. Ellos pueden saludarte o invitarte a una fiesta pero no significa que eres su amigo. Tienes que pasar muchos “filtros”, por decirlo de algún modo para que ellos depositen en ti su confianza. Sin embargo, una vez que un alemán te llama “amigo” es de verdad un gran honor.
Cuando estás lejos de tu país nunca dejas de extrañarlo, puede que te acostumbres a no ver a tus papás y hermanos todos los días, porque hablas con ellos seguido, pero la forma de vida siempre la añoras.
Después de esta experiencia te puedo decir que cambia tu forma de ser donde te encuentres. Allá era más meticulosa y dinámica, no viajaba en coche y salía poco a restaurantes o al cine, porque no es su costumbre, como tampoco acuden las mujeres a sacarse las cejas o hacerse el pedicure. Eso sí, me bañaba a diario porque los alemanes lo hacen cada tercer día.
LA OPORTUNIDAD DE CONOCER GENTE
Mi familia postiza me dio un pequeño tour por Alemania, por las ciudades más emblemáticas como Berlín, Munich y, claro, Hamburgo, lo suficientemente grande como para realizar diferentes actividades cada día.
Me llamó la atención que a un amigo alemán le gustaba la música del grupo Calle 13, para mi sorpresa eran los puertorriqueños de rap rock tan conocidos en América. Fuimos al concierto y me encontré con gente de Latinoamérica, lo cual me hizo sentir como en casa.
Al final del intercambio, con el programa Rotario, nos reunimos los estudiantes que estábamos participando, 40 para ser exactos éramos los que vivíamos en Alemania temporalmente. Recorrimos Europa del este. Durante dos semanas viajamos a Praga, Viena, Italia, París y Amsterdam. Tuve la oportunidad de compartir con gente de todo el mundo, entre brasileños, taiwaneses, belgas y turcos. En el grupo éramos 12 mexicanos en mi rango de edad, así que me la pasé increíble.
En este año me hice muy amiga de una chica argentina que vivía a cinco minutos de donde me hospedaron. A pesar de que no íbamos a la misma escuela, nos veíamos todas las tardes.
Esta es la experiencia más grande que tuve en este intercambio, conocer a grandes personas. Sé que si alguna vez decido viajar a Argentina, Brasil, Japón, Turquía o Tailandia me recibirán sin ningún problema. Igualmente ellos saben que aquí en Reynosa tienen su casa.
INDIA, UN PAÍS MÍSTICO
Nombre: Regina López Prado.
Edad: 19 años.
Nació: Reynosa, Tamaulipas.
Papás: Lulú Prado y Mario Antonio López.
Hermanos: Mario, Rebeca, Renato, Marcelo y Mauricio.
Estudia: Administración de Negocios en STC en McAllen, Texas.
Grado de escolaridad cuando hizo el intercambio: prepa en el Instituto Colón.
Requisitos solicitados por el Club Rotario para el intercambio cultural: estar entre los 15 y 18 años.
El proceso duró hasta diez meses hasta que fue aceptada por dos familias en Pune, India.
‘BIENVENIDA A PUNE’
Mi ventaja es que el Club Rotario me ayudó muchísimo. Desde muy chica me ha gustado viajar y conocer otras culturas, además cuento con el apoyo de mis padres, por eso cuando supe del intercambio no lo dudé y mandé mi solicitud. Me hicieron varios exámenes y entrevistas.
Acababa de cumplir los 18 años. No me importaba mucho el lugar que me dieran, pues estaba con la mente abierta que sería una experiencia increíble. Aunque todos en mi familia querían que me fuera a Europa, cuando me dijeron que me iría a Pune, India, fue un shock para todos ellos. Yo estaba nerviosa ya que no es tan común ir a ese lugar, pero en Ciudad Victoria una chica hizo su presentación sobre India y quedé fascinada.
Cuando llegué a mi destino eran las 4:00 de la madrugada y me encontré con que la familia con la que viviría no llegó. Fue entonces que sentí miedo al verme sola en un aeropuerto de un país que no conocía, y además era la única extranjera. Por más que buscaba, no encontraba a nadie que coincidiera con las fotografías que me habían enviado. Pasaron 15 minutos cuando hablé con otra señora que también esperaba que fueran por ella, tampoco es como que entendiera mucho lo que me decía, pero al menos no me sentía tan sola. De repente veo que llegan corriendo unas personas y era mi familia de India que llegaba con un poco de retraso, pues el tráfico estaba pesado.
Entonces me sentí aliviada al verlos, subimos al coche y fuimos a su casa, que eran como unos departamentos decorados con flores. Al entrar me maravillé por la gran bienvenida que me dieron. Había un cartel grande que decía: “Bienvenida a Pune, Regina”.
LOS KULKARNI
Mi nueva familia, los Kulkarni me esperaba con mucho cariño. Había flores colgadas del techo en el recibidor y mi cuarto también estaba decorado.
Como era el encuentro de dos culturas totalmente diferentes, yo llevé un poco de lo que tenemos en México, como el juego de las “tablitas mágicas” y quedaron encantados. Algo de ropa típica, así pudieron ver que aquí también se hacen bellos bordados. Los dulces mexicanos fueron su deleite, sobre todo los manguitos enchilados.
Adaptarme a ellos fue fácil, porque soy una persona que se acopla a lo que sea, además mi ventaja fue que muchos “intercambistas” saben otros idiomas, y para mí fue fácil comunicarme en inglés.
Lo que me costó un poco acostumbrarme fue a su estilo de vida, muy diferente al mío. Ellos me decían cómo moverme y cuáles transportes utilizar para ir a la escuela o a cualquier otro lado.
Los hindúes son muy impuntuales, por lo que yo me tuve que acostumbrar a levantarme muy temprano. A las 6:30 salía en moto con mi “mamá” para estar a las 7:00 en las clases de yoga.
Desayunábamos súper rico porque ahí cocinan todo fresco, los ingredientes los compran todos los días. Como la escuela era hasta el mediodía, tenía tiempo de pasar con ellos un buen rato y en las mañanas nos veíamos en la mesa. Algo que me llamó la atención es que la gente come con las manos, no usan cubiertos.
Cuando llegaba la hora de ir a la escuela, la que era mi “abuelita” me preparaba mi lonche, y eso era todos los días. Ese detalle me encantaba.
A las 5:00 de la tarde volvía de clases, ya era hora del “masala chai” que es un té negro con mezcla de especias aromáticas y hierbas indias. Se toma con galletas o alguna botana.
Ellos cenaban como tres veces, porque después que llegaba mi “papá” volvían a comer lo mismo. A pesar de que cocinaban delicioso teníamos la oportunidad de salir a comer a un restaurante, lo que me dio la oportunidad de conocer más variedad de su gastronomía.
La escuela a la que acudía tenía un enfoque internacional, había alumnos de todas partes del mundo.
La vida cotidiana es muy diferente, simplemente hay más lugares al aire libre para visitar. Como todos éramos estudiantes de intercambio teníamos mucho tiempo libre, por lo que recorríamos la ciudad. En ocasiones íbamos al cine o a comer, siempre intentando ahorrar para el siguiente viaje. Así que comer en puestos callejeros, era lo común y delicioso. Todos los días explorábamos la ciudad o visitábamos la casa de algún amigo.
GANESH Y LAKSHMI
Las tradiciones de India son muy diferentes a las mexicanas, allá es otro mundo. Cada familia que visitas no es como la anterior. Por ejemplo, con las familias que viví eran de la religión hindú, pero cada una tenía sus costumbres propias, por lo que aprendí muchísimo. En India tienen muchos festivales, casi uno por mes.
Cuando llegué estaba el de Ganesh, que es el dios de la sabiduría y el aprendizaje. Y Pune es muy conocida por esta fiesta, así que la hacen en grande, por eso cuando llegué las calles estaban llenas de ídolos y detalles conmemorativos. En las casas en las que yo vivía todos los días hacían rituales. En particular, le llaman Aarti y ponían un altar decorado con flores, con toda la platería familiar, ofrecido a Ganesh. Durante diez días hacían actividades diferentes, en cada una se sentía la mística en un ambiente rodeado del sonido de campanas, incienso y oraciones.
En una ocasión nos levantamos antes del amanecer para que nos dieran un masaje con aceites preparados y teníamos que bañarnos antes de que saliera el sol.
Este festival marca el año nuevo hindú, y cada ritual es para atraer energía positiva.
En un día de Lakshmi, que es la diosa de la riqueza y la fortuna, fuimos al negocio de mis “papás” para hacer un ritual con la presencia de ministros en la religión católica, pero en este caso hindú.
La ropa es un tema muy aparte, nunca me pidieron que la cambiara. Sólo como comentario mi “mamá” me sugirió evitar los shorts y blusas de tirantes. Los primeros días pensaba “qué flojera”, pero te acostumbras y das cuenta lo cómodo que es la ropa holgada y no llamas la atención. Yo usaba kurtis (blusas largas) todos los días, también faldas hasta los pies.
En Navidad, mi “familia” quiso hacer algo especial y compraron un pino que decoramos juntos. Les hablé de nuestras tradiciones, lo que en mi casa cenábamos esa noche y lo prepararon.
A ellos les encantó y me hacían preguntas. Les mostré fotos de mi casa, del rancho y de mi familia en Reynosa y se quedaron animados por venir.
LUGARES INCREIBLES
Tuve la suerte de que a mi “familia” le gusta viajar, entonces recorrimos casi todo el país.
En los tours pequeños, un fin de semana nos fuimos con los otros chicos a Goa, que en India sería como Cancún, un hermoso lugar, con mar azul y arena muy limpia, en fin, un paraíso.
Mis “papás” afortunadamente pudieron costear estos viajes, así que no me perdí ninguno. Ellos, por su parte, me llevaron al noreste en donde están siete estados separados de India, los cuales nunca imaginé visitar. Uno de estos se llama Meghalaya, que significa “sobre las nubes”, y es uno de los lugares más bellos de los que he visto.
LOS KOPARDE
Con mi otra familia, los Koparde, viajamos al pueblito Bengui, donde mi “mamá” es originaria y vive mi “abuelito”, entre la selva. De repente escuchábamos ruidos en el techo y eran changos. La verdad amé ese lugar.
En el tour grande que ofrece Rotary, fuimos primero al sur, a la selva y la playa, comíamos arroz y coco.
En el segundo viaje fuimos al norte donde hay más musulmanes y más diversidad étnica. En la capital está el Taj Mahal y todos esos imperios majestuosos. También conocí Delhi, el centro de India, ¡impresionante!
El fin del recorrido fue en el Himalaya. Acampamos y realizamos diversas distracciones.
India es tan grande que no la acabas de conocer en un año. Además, es el segundo país más poblado después de China, pues tiene entre seis y siete billones de habitantes.