MODELO NABILA VILLANUEVA
FOTOS JAIME ARRATIA
Ellas también tomaron el fusil, acompañaron a la “tropa”, y si tenían que accionar el arma lo hacían. No por eso dejaron de ser madres y esposas; algunas de ellas encontraron el amor en el campo de batalla.
Rememorar el año de 1910 es evocar los inicios de la Revolución de México con una revuelta en el norte que acabó con el exilio de Porfirio Díaz a París, y donde las mujeres tuvieron una función preponderante.
Sin duda hombres como Francisco Villa, “El centauro del norte” y Emiliano Zapata, “El caudillo del sur”, saltan a la memoria como dos de los principales protagonistas, pero en este conflicto armado las soldaderas y soldadas fueron pilares de batalla a las que no se puede olvidar.
Como ejemplo Adela Velarde Pérez, quien organizó el grupo de “Las adelitas”; Valentina Ramírez que luchó al lado del general Ramón Iturbide; Rosa Bobadilla, la famosa “Coronela”, María Quinteros de Meros, participante activa en la primera batalla de Ciudad Juárez, y “Juana Gallo”, que se ganó este sobrenombre por su fiereza y audacia: “Siempre al frente de las tropas se encontraba… sin piedad se los tronaba con su enorme pistolón”.
Pero a ellas se suman muchas más: Margarita Neri, Luz Corral, Carmen Serdán, Elisa Griensen Zambrano, Carmen Alanís, Juana Gutiérrez de Mendoza, “La china”, y Encarnación Mares, a las que se les reconoce por su habilidad militar. También a doña Juanita por haber tomado el pueblo de Tula; “La güera Carrasco”, mujer adinerada que contribuyó económicamente en la compra de armamento; Carmen Vélez por pelear en Tlaxcala con los peones de su propia hacienda; las comandantes María Cadena y Petra Herrera; Hermila Galindo encargada de difundir el verdero valor de las adelitas; Ángela Jiménez, jugándose la vida con los explosivos; la pistolera Amelia Robles; así como Dominga Ramírez y Chepa Moreno, aguerridas soldaderas y después revolucionarias.
Por mencionar solo algunas, ya que a este movimiento social se estima que para 1913 había unas 200 mujeres soldadas, sumando la totalidad de las fracciones revolucionarias, pero se considera que fueron muchas más las que se integraron a sus filas. Alguna vez se publicó que había registros que comprobaban que en los trenes viajaban mitad hombres y mitad mujeres.
Sin embargo, no todo fueron fusiles y cananas, también se recuerdan los amores. Adela Velarde vivió un romance con el coronel Alfredo Villegas. Se enamoraron durante la revolución, pero en 1915 tuvieron que separarse, y 49 años después volvieron a encontrarse.
Ella tenía 67 años de edad y él 74, quienes al haber perdido a sus parejas contrajeron matrimonio. Adela murió siete años después víctima de cáncer. Y así como esta historia muchas otras que han quedado en el anonimato.
También Velarde y Valentina Ramírez, como algunas otras “adelitas”, inspiraron cada una su propio corrido. Se cantó y escribieron leyendas de estas señoras que hacían menos frías las noches largas y grises de los combatientes.
Así la letra de algunos temas revolucionarios: “Y si adelita se fuera con otro la seguiría por tierra y por mar…”. O bien aquella que decía: “Popular entre la tropa era Adelita, la mujer que el sargento idolatraba, y además de ser valiente era bonita que hasta el mismo coronel la respetaba. Pero también sonaba: “Valentina, Valentina, dicen que me han de matar; queriéndome tú: mi vida, ¿qué me importa lo demás?”.
Y como no cantar aquella polka “Jesusita en Chihuahua”, escrita durante la Revolución Mexicana por René Cardona: “Yo ya me voy, ya me voy para Chihuahua, ya me voy a buscar a mi linda Jesusita…”. quien fue también una aguerrida soldadera. Además de la pieza “Las coronelas”, dedicada a estas valientes mujeres que salieron de sus casas para tomar el fusil y luchar al lado de sus esposos.
Otros corridos donde las mujeres de la revolución escriben sus letras son: “Marieta”, “Las soldaderas”, “La chamuscada”, “Marijuana la soldadera”, “La rielera”, “Caritina” y “Juana Gallo”.
Sin embargo, a pesar de ser un referente importante del movimiento revolucionario ya que gracias a su participación se pudo lograr el triunfo, se han quedado marginadas en el tiempo sin contar siquiera con un monumento o una plaza que se haya erigido en su honor.
Para la periodista Elena Poniatowska, “sin las adelitas no hay Revolución Mexicana; ellas la mantuvieron viva y fecunda, como la tierra”. Contrario pensaba el escritor Carlos Monsiváis (†). Para él “la revolución fue un asunto de hombres y las mujeres son el fondo decorativo de los largos enfrentamientos que dan como resultado una nación de hombres con una reserva adjunta de mujeres”.
EL ROL DE LAS MUJERES
“Las adelitas”, mujeres soldado o soldaderas (término que proviene de la palabra “soldada” que significa el salario percibido por un soldado), surgieron desde la gestación de la Revolución Mexicana.
Las soldadas generalmente pertenecían a una clase social más alta, tenían la oportunidad de ascender de rango, participaban en contingentes militares, se les podían asignar cargos de espionaje y montaban a caballo, Algunas además eran activistas políticos, se involucraron en el periodismo y la literatura con un fiel compromiso social. Vestidas con sus faldones largos y el pecho cruzado por carrilleras de balas y armadas con rifles.
Las soldaderas en cambio caminaban largas jornadas en los recorridos, no se podían enlistar, y se encargaban de proveer de alimentos a la tropa, de las labores domésticas y el cuidado de los niños.
Ellas fueron uno de los grandes símbolos de la Revolución Mexicana, su presencia fue heroica.
La soldadera además no pierde su rol de mujer, esposa y madre.
Su participación, sin proponérselo, abrió brecha a la igualdad de oportunidades de género pero no de su reconocimento.
“Su participación en la Revolución Mexicana fue determinante para el futuro político del país porque las mismas realizaron hazañas al mismo nivel de los hombres en una sociedad marcada por el género y el machismo”, consideró Tereza Jandura en “Revolutionary Mexican Women”.
Es el escritor Octavio Paz en su libro “El Laberinto de la Soledad”, quien describió de una manera más acertada lo que significaron estas guerreras.
“Ellas como sujeto no se han representado a sí mismas y al carecer de dicha posibilidad, se han construido al margen de la historia”.