Me pregunto si en un ambiente en el que la etiqueta social se ha relajado tanto, ¿valdrá la pena conducirse con propiedad?
Manuel Antonio Carreño, venezolano, alcanzó gran notoriedad por la publicación de un libro en el que daba una serie de recomendaciones sobre las buenas prácticas que debían seguir los jóvenes. Esto fue a finales del siglo XIX, ideas que al parecer surgían del protocolo británico o francés.
Con el paso de los años, el “Manual de urbanidad y buenas maneras” se convirtió en una referencia obligada para quienes querían conducirse como señoritas y jóvenes de la alta sociedad. En ese tiempo, se esperaba que mujeres, hombres y niños hicieran gala de sus mejores modales, de un buen comportamiento y que mantuvieran sus ropas elegantes.
A más de un siglo de distancia, ahora podemos llevar jeans a la oficina, tutear a los ancianos y muchos padres dejan a voluntad (o capricho) que sus hijos saluden a los mayores, nos cuestionamos si sirve de algo mantener un comportamiento formal, o si nos estamos viendo anticuados.
Como experta en imagen, etiqueta y protocolo, estoy convencida que los buenos modales nunca pasarán de moda. En pleno siglo XXI sigue siendo bien visto y bien valorado saludar con cortesía al llegar a un lugar, vestir con congruencia, lucir un vocabulario adecuado para la situación y, en general, conducirse con amabilidad.
Es cierto que ahora el protocolo y la etiqueta social son más flexibles y que la gente se conduce con informalidad, también surgió un movimiento opuesto: el interés por cuidar los modales y exhibir una etiqueta impecable.
Conocer y mostrar unos buenos modales es un as bajo la manga. Es una llave que abre muchas puertas en distintos círculos: educativos, de negocios, sociales y hasta familiares. Es casi como dominar un segundo o tercer idioma.
La imagen bien llevada coloca a la persona en una plataforma de diálogo que transmite formalidad, cordialidad y apertura. Puede conversar con personas de otros países y causar una buena impresión; puede establecer nuevos contactos de negocios y transmitir confianza; puede triunfar en situaciones sociales al hacer sentir bien a sus amistades; puede incluso mostrar cuánto valora a su familia al dirigirse a ésta con modos bañados de confianza y cariño. No hace falta renunciar a una personalidad propia.
Los buenos modales, cuando realmente son asimilados, aumentan el brillo, la belleza y la autenticidad de la personalidad. Sin duda alguna son un acierto y siempre estarán de moda, en México, Europa, y en todo el mundo.
¿Vale la pena conducirse con propiedad? Yes ma’am!