México es un país que se pinta de colores chillantes, contrastantes y divertidos. Su artesanía, gastronomía, playas, pueblos mágicos y hasta la música, a veces afrutada otras en tonos agridulce, reflejan lo pintoresco de su esencia.
Fotos modelo: Víctor Briones
Si algo está lejos de la personalidad del mexicano es la seriedad; festeja hasta a la muerte.
México es alegre y se refleja en el colorido folklore y diversidad de paisajes.
Un país que su gastronomía está considerada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
El menú de la comida es muy vasto. Desde los famosos chiles en nogada bañados de verde, blanco y rojo hasta sus picantes salsas que no faltan en unos tacos salpicados con los tres colores de la bandera: el cilantro, la cebolla y la salsa colorada. Una paleta cargada de explosivos sabores.
El amarillo del maíz por supuesto que no debe faltar en la mesa, amasado en unas palmeadas tortillas hechas a mano y cocidas al comal. Pero también hay de grano morado, azul, rojo, verde, negro, blanco y anaranjado; un abanico de tonalidades que despierta el paladar de propios y extraños.
Para los mayas, por ejemplo, el amarillo era el color del alimento representado en el maíz, y considerado por los aztecas la materia misma con la que el género humano fue creado, un valor simbólico que trasciende su importancia.
Desde el norte hasta el sur hay una infinidad de platillos representativos de los 32 estados de la República Mexicana, incluso en los poblados más pequeños y apartados, como es el caso de Yecapixtla, Morelos, donde debe hacerse una parada obligada para comer cecina.
Y así el pan de cazón (Campeche), los “sopitos” (Colima), los tamales de chipilín (Chiapas), las guacamayas (Guanajauato), la barbacoa de borrego (Hidalgo), las tortas ahogadas (Jalisco), los pambazos (Estado de México), el mole negro (Oaxaca), el aguachile (Sinaloa), las chimichangas (Sonora), los escamoles (Tlaxcala), y la cochinita pibil (Yucatán), mientras que Nuevo León se caracteriza por el cabrito al pastor, y Tamaulipas por las carnes asadas cocinadas con carbón de mezquite y acompañadas de frijoles charros, guacamole y salsa molcajeteada.
Regiones con temperaturas extremas por las que han surgido frases que identifican sus tradiciones culinarias: “En Nuevo Laredo: la carne asada, una chela bien helada y un calor de la fregada”.
Zonas áridas por su clima contrastante en el que prevalecen los tonos tierra y el verde de sus campos de cultivo donde pasta el ganado.
CONFETI FESTIVO
La artesanía mexicana es un confeti brillante y festivo: la talavera de Puebla, con su fondo blanco de cerámica y elementos decorativos en su mayoría azul; los alebrijes de Oaxaca, alegres y vibrantes; los bordados de las mujeres tzotziles de Chiapas; el piteado sobre cuero de Jalisco, y las lacas de Guerrero.
En Michoacán, por ejemplo, con palma, barro, cobre, madera, textil y maíz se crean verdaderas obras, piezas de artesanía hechas a mano, por lo que resultan únicas y verdaderamente apreciables.
En cada pueblo sorprenden por su creatividad y la fantasía con la que diseñan desde una piña de barro vidriado, hasta la forma con la que moldean los cazos de cobre; trabajos que se han hecho famosos en el mundo. Una herencia ancestral que cuidan y prevalece aún con la competencia de las grandes fábricas de productos en serie.
Visitar cada rincón de México es encontrarse piezas elaboradas con técnicas y diseños íntimamente ligados a las raíces de su cultura, detallados a mano cada milímetro y trabajados con el corazón.
FIBRAS NATURALES
¿Quién no ha escuchada hablar de los rebozos de Santa María, los sombreros de palma, las blusas con bordados de cruz y la joyería en plata que se ha llevado de los mercados mexicanos a las pasarelas internacionales?
Vestidos, blusas, faldas, huipiles, fajillas y ropa para el hogar confeccionadas con fibras naturales de origen vegetal, como el algodón, lino, coco y hasta bambú, o de origen animal, como la lana, alpaca o seda.
También con la palma, tradicionalmente usada para la elaboración de tapetes, canastos y cestos, las nuevas generaciones crean novedosas piezas de bisutería.
Textiles finamente trabajados mediante la técnica de tejido en forma de capullos o bolas de palma para diseñar accesorios, verdaderas joyas de artesanía mexicana en las que se engarza cristal cortado o piedras de swarovsky.
El colorido y su manufactura refleja a ese México que se niega a perder sus tradiciones.
Los sombreros de palma tejida con toquilla artesanal, o bien pintados a mano con dibujos de flores, animales, figuras geométricas, paisajes, imágenes religiosas o artísticas se han convertido en otra de las artesanías más representativas de Michoacán.
‘ACUARIO DEL MUNDO’
Desde las dos Baja Californias en la punta del país hasta el extremo opuesto en Yucatán, todo el recorrido por México está plagado de bellezas naturales de inigualable esplendor.
Playas y cielos que se funden con los diferentes degradados de azules y verdes. Solo al sur de Mexicali se encuentra San Felipe, la puerta al Mar de Cortés, y conocido como el “Acuario del mundo”. El Valle de los Gigantes con cardones de hasta 17 metros de altura, y dos paraísos de descanso: bahía de los Ángeles y San Luis Gonzaga donde se pueden avistar los tiburones ballena, mientras que las costas de la llamada “cenicienta del Pacífico” son el paso natural de la ballena gris. Desde el puerto de Ensenada en un recorrido a mar abierto se pueden observar, además, lobos marinos y delfines.
De día la luz de un sol resplandeciente contrasta con el negro de un cielo estrellado.
En el extremo sur de la nación, el estado de Yucatán es poseedor de innumerables yacimientos arqueológicos, templos mayas, conventos, haciendas, grutas con pinturas rupestres, reservas y alrededor de 2 mil 500 cenotes, muchos más escondidos aún en el subsuelo y cubiertos de vegetación.
Un lugar en el que los flamencos rosados conviven con otras tantas aves. Dunas costeras, manglares y selva baja en los que habitan ocelotes, lagartos, jaguares y venados.
Por la fauna y la flora es por lo que además figura México, entre los cinco de mayor biodiversidad del planeta.
Las flores no solo lo adornan. Entre la amplia variedad que brota de estas tierras están las bugambilias, el cempasúchitl y las nochebuenas. Fucsia, amarillo-naranja y rojo que también pintan con otros colores a sus juguetes: baleros, trompos, muñecas, piñatas y todos esas piezas de madera, hojalata, papel mache y tela.
AL SON QUE LES TOCAN…
Y en el mismo tono está la música. Ya sea ranchera, corrido, huapango; tambora, polkas, marimba o sones… Notas divertidas que pueden percibirse afrutadas, o amargas como un agrio verde limón.
El compositor Aleksandr Skriabin puso música al color, y el artista Wassily Kandinsky pintó la música. Este último decía: “El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma”.
Una amplia gama cromática que se refleja en la forma de ser y de vivir de los mexicanos en todos los aspectos, identificados por sus colores chillantes, contrastantes, divertidos y emotivos.