El reto: regular las emociones de los niños y jóvenes, y mantenerlos motivados por aprender.
Al concluir el ciclo escolar 2020-2021 se tenía la certeza de que las escuelas volverían a abrir sus puertas y los niños y jóvenes regresarían a las clases presenciales, pero debido a la tercera ola de contagios de la COVID-19 el retorno será de forma gradual, con la opción de las clases híbridas.
Esta nueva modalidad consiste en una combinación de la educación a distancia con la tradicional, es decir, una parte presencial y la otra en línea. Entre algunas de las ventajas de este sistema están la de promover la autonomía de los estudiantes así como la motivación a ser mas responsables.
Sin embargo, considerando que la escuela es un espacio de socialización, desarrollo psicoemocional y, en muchos casos, de prevención de la violencia para niños, niñas y adolescentes, para algunos será necesario estar en contacto con sus amigos y maestros, ya que de lo contrario pueden sufrir casos de depresión y ansiedad.
Al replantear los programas de educación no solo se deben considerar las aulas virtuales y las plataformas educativas, sino tener la conciencia real que lleve a la adaptación a esta nueva modalidad. Esta es la parte difícil, ya que no solo implica tener las herramientas y dominar la tecnología, también es necesario contar con las habilidades psicoemocionales que se requieren para desarrollarse desde casa en un ambiente sano.
Es normal que durante el regreso a clases, experimenten miedo, incertidumbre, estrés, desesperación, frustración, enojo, tristeza o angustia como resultado del confinamiento, además de enfrentar situaciones de inestabilidad económica, perdidas, abusos, etc.
Esto significa que la misma circunstancia no tiene la misma consecuencia para todos; algunos habrán disfrutado del contacto de la familia y quizás se liberaron de la presión de sus padres por la escuela, mientras que otros pasaron por situaciones difíciles y quizás traumáticas.
Lo más importante es ayudarlos a disminuir la intensidad de sus emociones para promover un aprendizaje sano, despertar nuevamente el interés y la curiosidad por aprender, ayudarlos a entusiasmarse, así como sentir confianza y empatía. Ese será ahora el mayor reto: regular sus emociones y mantenerlos motivados por aprender.