Generalmente las quejas son de los padres por las travesuras de los hijos. Pero en esta ocasión, son las mamás quienes hablan de las “diabluras” que cometen sin malicia y, muchas de las veces, con la intención de educarlos. Sin embargo, por diversión algunas les hacen ciertas travesuras que con el tiempo se convierten en anécdotas que cuentan a los nietos.
GINA VERGARA DE SALINAS
“Durante un viaje en carretera con la familia, en una de las paradas bajamos a comprar comida en una tienda de conveniencia. Yo me serví refresco de la máquina y sin querer tiré todos los popotes de una caja grande que estaba justo a mi lado. La gente que estaba en el establecimiento volteó a ver y a mí me dio mucha pena. Entonces, lo único que pensé fue en echarle la culpa a mi hija de doce años. Le dije: ¡Ay Astrid, mira lo que hiciste!. Claro que ella se molestó conmigo”.
ESPERANZA TORRES
DE HERNANDEZ
“Cuando mis hijos estaban pequeños, mi esposo trajo jaibas para cocinarlas. A la mañana siguiente, al momento de lavarlas me di cuenta que estaban vivas, así que en el momento que se acercaron mis hijos les puse una jaiba en la cara y los perseguí por toda la casa;
ellos gritaron, y hasta que la niña empezó a sollozar de miedo dejé de asustarlos”.
SOCORRO GARCIA DE VALDEZ
“Cuando mis hijos eran pequeños, a mí me gustaba hacerles bromas. Recuerdo que una ocasión se fueron a una fiesta infantil de un primo, pero ya era tarde y no volvían, así que les llamé y les advertí que si no volvían pronto me iba a ir muy lejos. Era un llamado cruel, pero me divertía, y funcionaba”.
LORENA FAZ
“Pues la semana pasada les dije a mis hijas que íbamos a ir al cine, pero la realidad era que teníamos cita con el dentista.
Estuvieron contando los días emocionadas.
En la entrada principal antes del consultorio, tienen una salita y una pantalla de cine, por lo que inicialmente estaban conformes; sin embargo, cuando las llamaron a consulta se sorprendieron. La más pequeña, al ver los aparatos, empezó a llorar y me dijo que no quería volver a ese cine porque estaba muy feo.
La hija más grande todo el tiempo estuvo enojada”.
LULU FRANCO DE ELIZONDO
“Cuando mis hijos eran pequeños, yo tenía la manía de esconderles sus juguetes por mera travesura o para castigarlos, pero ellos ya sabían mis ‘escondites’, así que en una ocasión que estaban peleando por el control del videojuego, además de reprenderlos, se los quité. Yo soy pianista y tengo pianos desde que era muy joven así que opté por ocultarlo en el piano, en la parte donde están los pedales. Pasó un mes y ellos no lo podían encontrar, incluso, ya les había levantado el castigo, pero yo no recordaba en donde lo había dejado. Buscaron por toda la casa, en cada rincón… Cierto día, cuando estaba limpiando el piano, apareció el control. Claro que me reclamaron y se molestaron”.
LILIA TREVIÑO
DE ALDAMA
“Una pequeña mentira para que se alimentaran de manera saludable. Interesada en que mis cuatro niñas comieran verduras, porque no les gustaban, las licuaba y se las agregaba a los guisados. Ellas me preguntaban qué les había puesto, porque estaban deliciosos, y yo les respondía que era un nuevo sazón, ya que siempre estaba inventando sabores”.
BLANCA
ESTHELA VAZQUEZ
CARPINTEIRO
“Siempre en la tarde jugaba con mis tres hijos, pero a mi hijo menor le decía de broma: ‘tú no eres mi hijo, a ti te abandonaron en la puerta de la casa’. El pequeño lloraba, mientras repetía: ‘no, mamá’. ‘Pero aun así yo te quiero’, le expresaba. Siempre supo que era una broma, pero yo le hacía la travesura.
ILY TORRES
DE CASTILLO
“Una amiga me dio un tip hace varios años, cuando Cordelia, mi hija mayor, me pidió, a los dos años, un refresco de cola.
Le vacié tres cucharadas grandes de sal al líquido; ella lo probó y, obviamente, no le gustó.
Tiene seis años y sigue creyendo que la “coca cola” sabe horrible.
Algún día me descubrirá pero varios años evité que la tomara y estoy por hacérselo a Rebecca (su otra hija)”.
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