Durante más de un mes, Zambia se convirtió en el país que albergó a Andrea Barrera Jiménez. Aquí tuvo la oportunidad de convivir con los nativos del lugar y visitar un centro de refugiados. Un viaje que, sin duda, le cambió la vida y la hizo apreciarla más.
Recientemente Andrea Barrera Jiménez regresó de Zambia, donde visitó la población de Mongu, un centro de refugiados. Durante su estancia en África, además convivió con la tribu Lozi, predominante de la región. Para ella fue más que un viaje, pues vivió una experiencia inolvidable.
“Si a alguien se le da la oportunidad de ir a otro continente a compartir amor y a estar al servicio de los demás, no lo debe desperdiciar ni desaprovechar. Es increíble compartir con la gente, vivir y sentir como ellos, tratando de acompañarlos en cualquier tipo de dolor”, aseguró en su regreso a casa.
El interés de Andrea surgió cuando supo que la Universidad de Monterrey cuenta con un programa de misiones a Perú y África.
Estaba con un amigo y sin pensarlo más se dirigieron a la coordinación para solicitar información. Se debía cumplir con ciertos requisitos: entrevistas, cartas de recomendación, experiencia misionera y exámenes psicométricos.
Inició el proceso y cumplió con los requisitos, pero tenía que esperar para saber si era una de las seleccionadas.
Después de un tiempo, la estudiante de diseño industrial recibió la notificación de haber sido aceptada, por lo que en su momento emprendería el viaje hacia África donde permaneció un mes y una semana.
INICIA LA MISIÓN
Explicó que como misioneros se dividían por frates, una palabra que significa fraternidad y que representa al equipo con el que se trabajan las actividades.
Sin embargo, mencionó que en general se la pasaban juntos y por la noche platicaban sobre lo que habían realizado, para después hacer la oración de cada noche.
“Tuvimos un grupo llamado lilato para el empoderamiento a la mujer, otro de costureras y participamos en una escuela, dándole clases a los niños”, enlistó. En cuanto al centro de refugiados se dividieron por carreras y llevaron a cabo varios proyectos en conjunto con United Nations High Commissioner for Refugees (Unhcr) de la Organización de las Naciones Unidas.
Aclaró que es el organismo encargado de proteger a los refugiados y desplazados por persecuciones o conflictos, y promover soluciones duraderas a su situación, mediante el reasentamiento voluntario en su país de origen o en el de acogida. Es un derecho al asilo y refugio contemplado en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Detalló que en el lilato con las hermanas del Verbo Encarnado ofrecieron pláticas a las señoras para ayudarlas a cumplir sus metas, dándoles las herramientas necesarias; a las costureras les impartieron cursos de cocina y técnicas de dibujo, con la finalidad de vender sus creaciones, mientras que a los niños de una escuela católica se les enseñó educación física e inglés.
Tuvieron también la oportunidad de convivir y estar al servicio de la tribu Lozi, donde los pequeños recibieron catequesis.
Como voluntarios de la ONU en el centro de refugiados trabajaron en los diferentes proyectos, entre éstos la construcción de sillas y bancos, reparación de paredes e instalación de paneles solares, además de ofrecer asistencia médica en la clínica, entre otros trabajos.
EXPERIENCIA DE VIDA
Desde que llegaron a África la vida de Andrea cambió; en pocas palabras resume que fue una experiencia increíble.
Durmió en casas de campaña y lo menos que le preocupaba era saber si los zapatos le combinaban con la ropa; la frivolidad no tenía cabida en estas aldeas.
“Todo el tiempo estuvimos al servicio de ellos, por lo que aprendí mucho. Nos enseñaron a ver lo que está pasando en realidad en el mundo y a entender cuales son las necesidades de los más pobres hasta los más ricos”, platicó.
Reflexionó que llevan una vida difícil y tienen que enfrentar situaciones complicadas todos los días, como dejar su hogar por una guerra civil y ser un refugiado en otro país; vivir con la incertidumbre de saber si comerán; al dormirse quizás ya no se despierten o, posiblemente, contraigan una enfermedad y no tengan a su alcance medicamentos o un médico que los atienda.
No obstante, reconoció que le sorprendió la forma con la que enfrentan sus problemas, ya que viven cada día como si fuera el último de su existencia.
“Lo disfrutan con sus seres queridos y siendo ellos, simplemente ellos, gozando, agradeciendo a Dios por cada día que pasa”, recordó.
Consideró que son personas valientes y fuertes, dos características poco comunes en la gente que dice ser feliz aunque lo tiene todo.
Expresó que viviendo en extrema pobreza le asombró que sean tan felices con lo que tienen. “Ellos luchan y trabajan día con día para obtener lo que necesitan, que es muy básico”, agregó.
Andrea aseguró que sin temor a equivocarse más que un viaje fue una experiencia de vida. ¡Son personas admirables!, enfatizó.
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