>María Aurora fiel a su palabra de casarse con un joven de Tijuana rechazó por un tiempo a quien cautivó a primera vista, pero la noticia de un trágico accidente fue el motivo que abrió la posibilidad para que Eucario lograra su propósito: llevar al altar al amor de su vida.
Se conocieron y se hicieron los mejores amigos. Él se enamoró en cuanto la vio, pero ella estaba comprometida con su novio de toda la vida; fue el destino quien se encargó de poner las cosas en su lugar.
Poco después de haber terminado su carrera de ciencias de la comunidad en el Tecnológico de Monterrey en 1982, María Aurora Ramírez entró a trabajar en una empresa llamada Sociedad de Motores Domésticos de la compañía General Electric, en el área de recursos humanos, por lo que el trato con las personas era su función principal.
Así conoció a Eucario Durán, un joven apuesto que trabajaba en el área de calidad como supervisor.
“En cuanto la vi entrar, me enamoré. Muy hermosa: Alta, blanca, delgada y con una sonrisa que me hacía suspirar. Quedé prendado de ella. Fue amor a primera vista”, comentó el hombre que ese mismo día le dijo a su madre que había conocido a la mujer que sería su esposa.
Conforme pasaron los días, y debido a que sus escritorios quedaban muy cerca, conversaban a menudo; se cayeron bien y empezó a surgir una bonita amistad.
Una ocasión, la mamá de María Aurora organizó una cena con el fin de conocer a sus compañeros de trabajo, por supuesto Eucario era uno de los invitados. Al llegar a su casa, la cual quedaba a tres cuadras de la de él, fue recibido por don Raúl Ramírez, padre de ella, quien lo invitó a pasar y llevó hacia donde estaban todos los hombres, pues en aquel tiempo así se estilaba, los caballeros y las damas en áreas separadas.
En algún momento de la velada, la anfitriona llevó a los invitados por un recorrido por la casa, ya que la residencia de los Ramírez era una de las más bonitas de la ciudad en aquellos años.
En una habitación, sobre un mueble había varias fotografías de las que a Eucario le llamó la atención una en especial. Sobre ésta doña Aurora de Ramírez explica: “Esta es la familia política de mi hija Aurorita. Este chico es su novio y pronto se van a casar”. A Eucario se le rompió el corazón.
“Yo tenía a mi novio de la universidad, ya llevábamos cinco años de relación y sabíamos que el siguiente paso era la boda, solo que el vivía en Tijuana”, agregó María Aurora.
Al día siguiente Eucario le preguntó el motivo por el que no se lo había comentado; ella solo respondió que no se lo había preguntado.
Al tiempo llegó el momento en que se haría la petición formal de matrimonio. Ese día cayó una tormenta y María Aurora le pidió a Eucario de favor que la acompañara a su casa. Él aceptó; después de todo vivían cerca. La siguió en su carro y se aseguró que llegara bien. Antes de despedirse le deseó lo mejor en su compromiso, y se retiró.
SE SUSPENDE LA BODA
Fueron once despedidas de soltera las que se organizaron en su honor, de las cuales asistió a algunas Eucario. En una plática una de sus compañeras de trabajo le comentó que María Aurora no dejaba de hablar de él. “Cómo era posible que estuviera preparando su boda con un hombre cuando sus pensamientos estaban con otro”, recriminó.
Faltaban dos semanas para la boda, los preparativos estaban listos y lo único que faltaba era entregar las invitaciones. Momentos antes de que María Aurora y su mamá empezaran a distribuirlas, recibieron una llamada que lo cambió todo.
“Nos avisaron que mi hermano Hugo había tenido un accidente, estaba muy grave y muriendo”, recordó Maria Aurora.
La familia rápidamente se trasladó a Valle Hermoso, que es donde vivía su hermano. El diagnóstico no era alentador, por lo que estaban muy tristes y preocupados. Así que lo trasladaron a McAllen para hacerle una cirugía que le salvó la vida, pero le inmovilizó las piernas.
Don Raúl y doña Aurora estaban destrozados, al igual que María Aurora, quien consideraba que no sería oportuno viajar a Tijuana por la situación. Le comentó a sus padres que no estaba lista para una boda dentro de dos semanas, así que decidió aplazarla. Y aunque su prometido le sugirió casarse solo por el civil, ella pensaba que no podía mientras las cosas no estuvierann bien.
Eucario en cuanto se enteró les brindó su apoyo a la familia. En ese momento supo que los planes de matrimonio habían cambiado, y pese a que estaba agobiado por lo sucedido, dentro de él nacía un poco de esperanza.
LA GRAN FIESTA EN EL CASINO
Su hermano se encontraba fuera de peligro pero la tristeza persistía, y ella también decayó por lo que buscó la manera de distraerse e ingresó al instituto de educación donde consiguió una plaza en la colonia Narciso Mendoza. Desde entonces todas las tardes acudía a esa colonia para enseñar a personas de bajos recursos a leer y a escribir.
Eucario no persistía en su intento de seducirla, y en su afán de apoyarla le obsequiaba una rosa cada que la acompañaba en sus clases.
“Fue en ese momento cuando me enamoré más de ella, pues la conocí de verdad”, reconoció.
Por su parte María Aurora seguía fiel a su palabra de casarse con su novio de toda la vida, pues en su familia los compromisos se respetaban, así que cada vez que Eucario le recordaba sus intenciones, ella lo rechazaba.
“Llegó un momento en el que mi papá me dijo que no me veía ganas de casarme”, confesó María Aurora. Se sentía preocupada por cumplir con su palabra de matrimonio, pero al mismo tiempo no quería abandonar a su familia ni dejar la ciudad que la vio nacer.
”Me dijo mi papá que no hiciera esperar más
a ese hombre (mi prometido), y que no pasaba nada si no me casaba, así que devolví el anillo, el dinero de las despedidas, cancelé todo y le dije a Eucario: Soy una mujer libre”, manifestó.
La relación de ambos continuó, se hicieron novios pero con la condición de que tenía que hablar con su papá para formalizar su relación.
Al ser María Aurora la hija consentida de don Raúl, y la más pequeña, consideró éste que las intenciones de Eucario eran convertirla en su esposa, y le dio como fecha de la boda diciembre. Sin embargo, fue doña Aurora quien le pidió esperar un poco más, y el 10 de enero de 1986 se casaron en Reynosa en una gran celebración en el casino Los Leones.
“Yo sabía que ella iba a ser mi esposa, siempre lo sentí así”, aseguró Eucario.
Se fueron en coche de luna de miel a San Miguel de Allende, pues en ese tiempo su prioridad era tener su propia casa, y lo cumplieron.
Dos años después la pareja recibe la noticia por parte de su médico de que serían padres de un varón. La felicidad los embarga y consideran que es el mejor regalo que Dios les envió.
“No somos el matrimonio perfecto, tenemos altibajos como todos, pero siempre estamos juntos. Nuestra vida ha sido simple pero somos muy unidos. Él es mi mejor amigo”, reconoció María Aurora mientras don Eucario la observaba, y detrás de ellos una foto colgada en la pared de cuando se casaron, daba fe de 34 años de matrimonio.