Por CYNTHIA ROBLES WELCH
Los picnics para mí son de tradición, son una costumbre que instituí en la casa poco antes de que mi hijo Rocco llegara al mundo. Siempre había deseado disponer de esos momentos de libertad, al aire libre con la naturaleza.
De pequeña tuve una etapa de la infancia que mis padres fomentaron momentos familiares cerca del mar, por lo menos una vez por semana, entre risas, comilonas, amigos y el campo.
Mi contexto es ahora diferente, aunque vivo al pie de las montañas en Monterrey, una metrópoli con tantos contrastes que me ha permitido, a pesar de mis pesares, ser la mejor madre para mi hijo.
“Hola”, escuché a lo lejos mientras
noté cómo una mujer se acercaba hacia nosotros. Rocco me miró y me dijo, “¿quién es mamá?”, levanté los hombros como señal de “quién sabe”.
Ella se paró al pie de nuestro mantel y dijo: “qué bonito verlos aquí. Bienvenidos, ¿tú eres Rocco verdad?, tocándole la cabeza y claro, —me dijo— obviamente tú eres la mamá de Rocco”.
“Los seguimos en redes sociales, nos gusta mucho lo que hacen. Quiero que conozcan a mi familia”. La emoción de la mujer no se disimulaba, a lo lejos se veía cómo se acercaba un papá que empujaba un carrito con una niña y cargaba en su otro brazo a un bebé.
“Él es mi esposo”, expresó mientras se le iluminaron los ojos. Conforme se iban acercando noté que algo importante iba a pasar.
“Estamos aquí en familia para darles las gracias”, dijo su esposo. Rocco comía mientras miraba la situación con cara de confusión.
Yo sólo sonreí, empecé a mover mis piernas como cuando me pongo nerviosa, porque no tenía certeza de lo que sucedía. Me levanté para saludarlos, y fue ahí cuando noté que la niña sentada en el carrito pasaba por una situación crítica.
Tenía al menos tres años, sin pelo ni cejas pero nos miraba emotivamente con una sonrisa. En su mano tenía una mandarina que ofreció a mi hijo.
“Ella es Darla, es casi de la edad de Rocco”, comentó su mamá, “a ella le encanta lo que come Rocco, muchas frutas y verduras, ¿verdad mi amor?”.
“Nosotros empezaremos a hacer picnics también, ¿verdad Darla?”, la niña asintió con la cabeza, emocionada. “Ya la han dado de alta y pronto saldremos al parque como ustedes”.
Entonces con una cara de incredulidad giré mi cabeza, como para sacudir la información y procesarla en mi cerebro.
La mamá de Darla me tomó de la mano y comentó: “Seguimos todos tus pasos con Rocco, e intentamos replicarlos, dentro de nuestras posibilidades. Gracias por todo lo que haces para tu hijo, para nosotros ha sido una luz en el camino, nuestra Darla está teniendo esperanza y vida digna”.
“Nunca nadie nos dijo que la alimentación de mi hija, podría salvarle la vida”, señaló un tanto decepcionada.
En ese momento comprendí que debemos dejar de ser quienes somos y abrirnos a los demás, para obtener algo que no se compra con dinero. Sólo con amor y agradecimiento. A Darla y su familia, mil gracias por sus palabras y darnos una razón para que nuestro corazón se ensanche.