Por: Cynthia Robles Welch
Ñam Ñam
Reunidas en plena fiesta infantil empieza la discusión. Dos mamás contra siete en una mesa de diez personas. Yo simplemente observo. La mayoría de la mesa argumenta que no tiene nada de malo que los pequeños se atasquen de chatarra bajo el argumento que son niños. Dos de ellas visiblemente molestas las intentan convencer de que precisamente porque son niños tendríamos que ser más conscientes. Sigo observando y no comento. Saben mi postura pero prefiero abstenerme y retirarme elegantemente a jugar con mi hijo.
Hace unas semanas me tocó platicar con mis alumnos de quinto grado de primaria. La conversación me arrojó información que ni siquiera había pensado.
Mientras cocinábamos un postre con cacao una niña preguntó si la “Nutella” era saludable. Los niños en coro respondieron con tono de obviedad: ¡pues claro que no!
Entonces se dirigió a mí. ¿Qué me dices miss? Rápidamente la invité a preguntarle a Google. Encontramos la respuesta y ella hizo una conclusión que confundió al grupo. ¿Por qué entonces existe si es tan mala? ¿Por qué nuestros papás nos la dan para desayunar?
Surgió un silencio incomodo, especialmente para mí. De pronto una niña dijo en tono preocupante: “es como el cigarro, es malo, pero aún así mi papá fuma, pero no le ha pasado nada todavía”.
El tema inquietó a los niños de tal manera que empezaron a comentar sobre los hábitos de sus familiares.
Considero que como padres y madres de estas nuevas generaciones necesitamos ser lo más transparentes y congruentes. Hablar de sus preocupaciones y criar a los hijos con bases sólidas para cuando sean adultos tengan las suficientes herramientas para ser felices. Es un reto y un compromiso que debemos de asumir desde que decidimos tenerlos.
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