Asumir la responsabilidad de criar a los hijos conlleva determinar límites y responsabilidades.
Hace unos meses me enteré de una tragedia familiar muy cerca de nuestro entorno: un pequeño de alrededor de nueve años se suicidó después de haber
sido castigado.
Confundida escuchaba la noticia y con preocupación pensé sobre las causas que lo orillaron para tomar tal decisión.
¿Qué podría estar sintiendo y viviendo? ¿Qué pasaría en esa familia? Lo poco que sé es que se trata de una familia probablemente como la mía.
Hablé con el padre de nuestro hijo y juntos reflexionamos sobre las circunstancias alrededor de su crianza, y surgieron varios puntos que consideramos tomar en cuenta. Hicimos una valoración de lo que creemos importante para que crezca con seguridad y feliz.
En lugar de delegarle su educación a la tecnología, situación que hemos enfrentado en nuestras familias extendidas y que nos causan de pronto situaciones incómodas con nuestro hijo, decidimos que desarrolle juegos creativos, actividades al
aire libre, tiempo de lectura reflexión y espacios en casa libres de saturación, donde el menos sea el más.
Enfatizar los momentos de calidad con él, dejar de ser esos padres distraídos por los compromisos y la tecnología para estar presentes cuando nos toca estar a su lado. Escucharlo y charlar sobre sus emociones, gustos y pasiones.
Nuestro hijo tiene un carácter determinante, es un niño que desde bebé imponía su voluntad, por lo que nos toca acompañarlo en un proceso donde reconozca los límites y las responsabilidades.
En una ocasión mi hermana me preguntó: ¿cuántas veces más tengo que pedirle que lo haga? Mi respuesta fue inmediata: “esto es infinito”. Nos reímos y entendimos que es una responsabilidad que adquieren los padres.
En este punto es donde quizá más hemos batallado. Para mí es claro que su derecho es cuidarlo y brindarle lo que requiere para su sano crecimiento y desarrollo. Es diferente a los demás niños porque come vegetales, frutas y alimentos nutritivos, aunque no se trata de marginarlo al grado de evitarle que se coma un dulce, pero advirtiéndole de los problemas que ocasiona abusar de los productos procesados.
La mayoría de los padres pecamos de inocentes o no asumimos esta parte de nuestra responsabilidad. Educarlos para el bien comer y enseñarlos con el ejemplo es un deber que requiere de esfuerzo y dedicación.
Cuidarles el sueño es como cuidarles el alma, un niño que no duerme y que no descansa se le está robando la vida. Actualmente viven conectados con aparatos y tan sobre estimulados con tanta información que no la logran procesar, lo que es un riesgo mayor.
Por eso se les debe enseñar cuáles son sus necesidades básicas y cómo evitar que se afecten y a defenderlas desde pequeños a través del diálogo y el ejemplo, para que puedan ser personas felices y sensatas.
Las actividades familiares son clave para la fortaleza de su seguridad. Justo el domingo pasado, sin planearlo, nos encontramos a la mayoría de mis amigos cercanos en el paseo familiar con patines, scooters, bicicletas y hasta la mascota los acompañaba. Me encantó coincidir y terminar planeando una comida entre familias. Eso es justo lo que considero necesitamos todos, fomentar momentos de esparcimiento y dejando que los niños sean eso: niños. Pensemos en ellos, pero también en nosotros.
¿Qué hay más bonito que una sonrisa, una carcajada, una ocurrencia, un abrazo o una mirada de tu hijo?
Búscame en www.robleswelch.com y sigue mis compartires.