Sin cabello, sin cejas y con diez kilos menos de peso, Angélica Pichardo sintió y reconoció el verdadero amor, después de haber sido diagnosticada con cáncer. Un libro que escribió fue su mejor terapia.
POR ALEJANDRA ARELLANO
Angélica Pichardo en 2018 recibió una noticia devastadora: tenía cáncer de mama triple negativo, uno de los más agresivos, extendido a los ganglios y la clavícula.
Cuando se enteró se derrumbó y, de inmediato, la invadieron el miedo y la angustia; no lo podía creer. Se había percatado de una bolita en el seno izquierdo y eso la preocupó. Tenía 47 años de edad y acababa de casarse por segunda ocasión.
A partir de entonces su vida cambió, además el cáncer terminó también con su matrimonio.
Había días difíciles, llenos de ansiedad y tristeza, incluso en los que pensaba que estaba acabada. Otros en los que se sentía fuerte, con esperanza. Dormir era lo único que la hacía olvidar.
Desde entonces se enfocó a cuidar su alimentación basada en plantas. Buscó alternativas naturales, todo tipo de remedios, había decidido cuidarse hasta el final, por lo que estudió en línea trofologia, y se recibió como health coach.
“Me acerqué a todo tipo de información neurolingüística, de biodescodificacion, meditación para hablarle a mis células, todo era válido”, consideró.
Sin embargo, reconoció que fue en Jesucristo donde encontró la tranquilidad.
“Cansada y sin fuerzas decidí poner en sus manos esta carga. Miré al cielo, me arrodillé y le dije: ‘yo no puedo con esto’, y solo me dejé llevar. Sentí su mano y percibí: ‘esa batalla no es tuya es solo a través de ti. Es increíble cómo suceden cosas claves en la vida. Desde entonces le perdí el miedo a todo… incluso a la muerte”, confesó.
Señaló que a partir de ese momento empezó a vivir el día a día, disfrutando cada logro.
EL VERDADERO AMOR
“Me encontré conmigo misma: desnuda, sin cabello, sin cejas y con diez kilos menos de peso. Fue entonces cuando sentí y reconocí el verdadero amor. Me asombré de mi capacidad de amar y recibir el apoyo de las personas, entre cadenas de oración y cuidados de quien menos lo esperaba. Me sentí muy amada”, expresó.
Dejo de ser víctima, y este cambio también la alejó de su pareja.
“Yo era diferente, él ya no cabía en mi mundo, pero le estaré eternamente agradecida porque siempre me acompaño en los tratamientos. Sobreviví al cáncer y terminaba mi historia con él”, comentó.
Cada tres meses, dijo, asiste a revisión hasta que cumpla cinco años, tiempo en el que los doctores darán su diagnóstico final.
“Pero para mí, yo ya estoy libre del cáncer y de mis cargas emocionales”, reflexionó.
Fue un año y medio en el que pasó por 16 quimioterapias, 33 radiaciones y la cirugía de mastectomía par remover el seno izquierdo y los ganglios.
“En este proceso entendí que cuando enfermamos es porque nuestras emociones están en desequilibrio, y por ello nos alimentamos incorrectamente”, explicó.
SUAVE POR FUERA
Para Angélica Pichardo la mejor terapia que tuvo en este proceso fue la de escribir.
De esta dolorosa enfermedad nació el libro de 200 páginas “Corazón de durazno”, cuyo slogan es: “suave por fuera, pero con un corazón fuerte y una semilla longeva, como yo”.
“Surge en el momento en el que pienso que mi vida podría terminar. Empecé con un recuento de todas las bendiciones y lecciones que había pasado”, expresó.
La finalidad, dijo, es dejar un legado, compartir el aprendizaje que conlleva una experiencia como la que vivió.
“Dejar de ver al cáncer o cualquier otra enfermedad como tristeza, y entender que la muerte llega cuando has cumplido tu misión en la vida”, manifestó.
El libro ya fue presentado en público y está en las páginas sociales de Angélica.
“De las experiencias negativas es de las que más aprendemos”, concluyó.