Clara Villarreal
Imagen y protocolo
Pensábamos que la pandemia nos iba a durar un par de semanas, quizás un mes, pero nunca nos imaginamos que tomara las dimensiones que hoy tiene y que la incertidumbre que ha generado hiciera temblar a las instituciones más sólidas, como las escuelas.
Ya vamos para seis meses de tenerlas cerradas, al formato que nosotros conocíamos: el presencial. Pero las escuelas que han contado con los recursos, capacitación e infraestructura han migrado a un esquema remoto o híbrido, en el mejor de los casos. Sin embargo, esta circunstancia abre el debate para pensar ¿qué va a ser de las instituciones educativas de ahora en adelante? Algunas de las reflexiones que he traído a la mente son:
· No podemos avanzar como sociedad si la brecha que divide a ricos y pobres se ensancha por el acceso limitado a la tecnología.
Quienes tienen acceso a Internet y disponen de varios dispositivos electrónicos para que todos sus hijos se conecten al mismo tiempo a sus clases sentirán menos el impacto del cambio educativo. Pero quienes no tienen Internet, computadora, o luz eléctrica estable, o una tablet se quedarán sumamente rezagados. La Covid nos vino a enseñar que “estamos juntos en esto”, entonces, más nos vale ayudarnos los unos a los otros.
· Necesitamos educar ciudadanos.
Los jóvenes y niños de hoy no tienen la menor idea de lo que es ser un buen ciudadano y, los adultos, hemos aprendido con un golpe muy duro lo que sucede en un país cuando no tenemos valores y cómo nos afecta a cada uno de nosotros, porque este es el resultado de haber quitado durante 18 años las clases de civismo en las aulas. Hay una gran generación que ha perdido valores, porque a nosotros se nos olvidó enseñárselos.
· Hacen falta más competencias emocionales.
La pandemia tomó al mundo por sorpresa, y aunque existe la referencia histórica de la gripe española, seamos honestos, a nadie nos tocó vivirla. Además, en cualquier caso, no se extendió el tiempo que ha durado la COVID-19. Ante esta pandemia, nadie sabemos qué hacer. La incertidumbre, el temor, lo volátil del escenario, el aburrimiento y la contención son los elementos que aderezan nuestra cotidianidad. Lo anterior deja claro que necesitamos formar a niños y jóvenes mucho más flexibles y resilientes. Desconocemos cuál sea el siguiente desastre, pero sí sabemos que se necesitará mucho más empuje y gran capacidad de adaptación al cambio.
· El rol del maestro se debe redefinir.
Todo el conocimiento está en Internet. En YouTube aparecen tutoriales para hacer todo tipo de tareas, incluso experimentos de biotecnología. Entonces, en un entorno donde toda la información está a un clic de distancia, ¿cuál es el rol del maestro?
Los profesores deben funcionar como guías, gente que oriente, filtre información y estimule el aprendizaje. Asimismo, debe ser como un coach emocional para los jóvenes.
· El resurgimiento del homeschool.
Al día de hoy muchos padres de familia han tenido que implementar el homeschool con sus hijos, desde los más niños hasta los jóvenes. Entonces, si los padres de familia pueden llevar los cursos en casa, si pueden trabajar con los materiales domésticos y además son los más interesados en que sus hijos aprendan y tengan un bienestar, ¿qué caso tiene volver a la escuela?
Lo malo es que en México el homeschool no está regulado, por lo que tendríamos que pensar en una alianza con las escuelas y los colegios para otorgar cierto respaldo a este esquema.
El problema es que el mercantilismo de la educación y pagar por el estatus que brinda egresar de un colegio de cierta fama o status sin importar que los niños se pasen media vida macheteando información –que muchas veces proviene de fuentes cuestionables– en lugar de enseñarlos a pensar, son de las cosas que tras la pandemia van a quedar en el pasado.
La pregunta que yo te hago es: ¿cómo te imaginas la escuela después de la pandemia?