Por Alejandra Zertuche Rodríguez
Psicóloga, master en psicoloterapia gestalt infantil
Las expectativas que tengan los padres de sus hijos a veces afectan su autoestima. Las consideraciones y críticas de los adultos influenciarán en la percepción que se vayan formando de sí mismos.
En este sentido podemos decir: “Nos vemos como hemos sido vistos”.
Los niños en ocasiones presentan síntomas a los que se debe prestar atención. En lugar de desesperarse es necesario desarrollar estrategias para ayudar a superar esta falta de amor propio.
No se trata de un recetario son propuestas para ir incorporando a nuestra propia vida. Educar es una tarea difícil y larga, por eso lo primero es revisar nuestra propia autoestima. Si te cuesta y tu hijo necesita ayuda, no dudes en recurrir a un profesional, para que pueda desarrollar una vida plena.
RECOMENDACIONES:
Aceptarlos como son. Reconocer que tanto padres como hijos tenemos virtudes y defectos. No exigir que sea perfecto.
El adulto debe ser un modelo positivo y cercano. Aceptarse como es y exigirse sin exagerar. El ser poco realista sobre sus capacidades y limitaciones se reflejará en el pequeño.
Amor incondicional. Aceptarlo con sus fortalezas y debilidades. Dejarle en claro que lo inaceptable es su mala conducta, no enojarse con él. Lo peor que se le puede decir es: “eres un niño malo”, “así no te quiero”. Mejor es: “lo que has hecho es malo”, “no me gusta eso que haces”, “porque te quiero y quiero que seas feliz, hay cosas que no puedo permitir que hagas”.
Validar lo que siente. Cuántas veces un adulto se ha sentido incomprendido cuando atraviesa por algún problema, y la gente le dice: “no importa, ya pasará”, “olvídate de eso”, como si fuera tan fácil, como si se pudiera borrar el malestar con un chasquido de los dedos. Hay que validar las emociones de los hijos, ayúdarlos a reflexionar, a entender el motivo por el que se siente así. A resolver, tolerar y superar, ya que a veces se necesita tiempo. Al validarle lo que siente, también se le ayuda a desarrollar la empatía: “comprendo que te haga sentir mal”.
Evitar etiquetar a los hijos. Las etiquetas negativas se vuelven creencias limitadoras perdurables en el niño cuando se hace adulto. Estas etiquetas se trasmiten de muchas maneras: como broma o burla, con cariño, pero todas producen malestar. Por ejemplo, decirle como broma reiterada: “manos de mantequilla”, “eres una gallina” o “deja bebe, lo hago yo porque tú rompes todo”. Cual sea el tono del mensaje, el niño se considerará torpe, débil. Son mensajes que se impondrán como una creencia que lo limitará en su vida.