Me disponía a participar en un evento que se llevaría a cabo por Zoom, mismo al que se convocó a muchas personas. Me conecté a tiempo, unos minutos antes de la hora señalada para iniciar, me coloqué frente a la camarita de mi computadora y mi imagen apareció en el cuadrito que me correspondía. Poco a poco fueron conectándose más y más personas. Como suele suceder en este tipo de eventos virtuales, muchos olvidan apagar sus micrófonos y cuando estábamos a punto de empezar, se escuchó fuerte y clara una voz de mujer que dijo: “¡Mira la Susana Valdés, ya se ve bien ruquilla!”.
¡Orale! -pensé- ¡Qué bien funcionan los micrófonos! Y sí, supongo que luego de algún tiempo de no aparecer en televisión, las personas que me veían cuando yo salía a cuadro conduciendo programas o noticieros, deben haber notado una importante diferencia en mí ahora que estoy cerca de cumplir 60 años, que ya no uso tintes de cabello y que he bajado considerablemente de peso porque he optado por seguir una dieta estricta baja en grasas, harinas, azucares y sal.
Mi madre solía decir que a los sesenta “o te ajamonas o te acartonas” y yo sé que a mi edad y con una profesión como la que yo he desempeñado en medios de comunicación, el inevitable envejecimiento no es visto como un punto a favor. Aunque no me siento tan “vieja” sé bien que no soy un capullito de alelí ni me cuezo al primer hervor, aunado a que he desarrollado un “colmillo” que raya el piso; pero además tampoco quisiera optar por volverme adicta a procedimientos que me hagan parecer un violín restaurado. Nada tengo en contra de los procedimientos cosméticos y quirúrgicos para atenuar los estragos de la edad, pero procuro no abusar de los mismos. Prefiero trabajar e invertir en tratar de envejecer “con gracia”…aunque poca gracia tenga la vejez, especialmente para las mujeres en una sociedad que vincula irremediablemente la belleza con la juventud.
Por eso creo que cuando uno va perdiendo la lozanía de la juventud, y para que envejecer no sea solo cuestión de pérdidas y deterioro, más vale ir desarrollando a la par otras cualidades, habilidades y destrezas. Vale incrementar los conocimientos, capitalizar la experiencia, fortalecer el espíritu, conocerse mejor, consolidar un estilo propio, preferir lo elegante por sobre lo “sexy” y, sobre todo, aprender a reírse de uno mismo.
Sí, estoy muy cerca (a solo unos meses) de convertirme en un adulto mayor o una “ruquilla”, y aunque quizá muchos o muchas me vean así, la verdad es que esta vez lo escuché con toda claridad, y quizás lo escucharon también muchos de los ahí presentes, gracias a un micrófono abierto en un evento por Zoom. (Y ni modo que le dijera: “¡Ruquilla tu abuela!” porque de hecho, así es: las abuelas por lo general, somos ruquillas.)
Gracias a Dios por todos a los que se nos ha concedido una larga vida, porque la única manera de no llegar a viejo es muriendo joven y morir joven siempre será trágico.
*En México se considera Adulto Mayor a una persona que tiene 60 años o más y se refiere a la etapa que suma todas las experiencias de la vida y pasa por la mayoría de las metas familiares, profesionales y sociales.
*En 1982 se decretó conmemorar, a nivel internacional, el mes de agosto como el de la vejez, del adulto mayor y de paso, es el mes de los abuelos.
¡Felicidades a todos…porque a pesar de todo “¡La vida es corta y todo se soporta!”