Alejandra Zertuche Rodríguez
Psicóloga, máster en psicoterapia gestalt infantil
preguntas a la psicóloga
En Navidad hay una imagen que se repite en la mayoría de los hogares: los niños ansiosos, al pie del árbol rasgando los papeles de regalos para descubrir qué hay dentro, y luego pasar, frenéticamente, al próximo regalo.
Se trata de una tendencia muy peligrosa para el desarrollo emocional de los niños, a la que se ha bautizado como síndrome del niño hiperregalado. Es un problema que hace alusión al intento de los padres para compensar con juguetes el poco tiempo que pasan con sus hijos. Como resultado se produce una “anestesia emocional”, el niño se vuelve caprichoso, egoísta y consumista. De hecho, la tendencia a enfocarse en la cantidad de juguetes, más que en su calidad, también desvela un desconocimiento de los padres de las necesidades de sus hijos.
Los juguetes y regalos son importantes en la vida del niño, pero estos tienen una función precisa y, bajo ningún concepto, pueden ser un sustituto de la atención y el cariño que deben propiciar los padres.
El exceso de juguetes en los niños provoca:
• Sobreestimulación. Cuando reciben muchos regalos, no disfrutan de ninguno en especial. El exceso de estímulos les sobrepasa, por lo que muchos de esos regalos terminarán en un rincón. Cuando el niño recibe más juguetes de los que son capaces de jugar, no puede concentrarse en cada uno.
• Pérdida de la ilusión. El exceso de regalos hace que el niño desarrolle una apatía total. Cuando está acostumbrado a recibir muchos presentes considera que es una obligación de los padres, y pierde la ilusión que normalmente implica recibir un regalo y descubrir su contenido. Por tanto, de cierta forma, en vez de embellecer su infancia, le estamos robando una de las emociones más bonitas.
• Bajo nivel de tolerancia a la frustración. Los padres que le dan a sus hijos todo lo que desean, sin explicarles el sacrificio que se esconde detrás de cada regalo, contribuyen a generar una actitud egocéntrica, de forma que los niños no aprenden a lidiar con los reveses y la frustración, una capacidad esencial para la vida.
• Limita la fantasía. El exceso de juguetes termina provocando aburrimiento y mata la fantasía. De hecho, aunque los necesitan para desarrollar tanto sus habilidades motoras como cognitivas, no podemos olvidar que también se puede jugar sin juguetes, y es precisamente en esos momentos cuando no hay un guión preestablecido, cuando más se desarrolla la creatividad.
• Desarrolla antivalores. Cuando reciben demasiados juguetes o regalos les restan valor, no comprenden en su verdadera magnitud, el esfuerzo que probablemente han tenido que hacer los padres. Como resultado, pueden desarrollar actitudes consumistas y profundamente egoístas.
La solución no es hacer que los niños prescindan de los regalos, sino obsequiarles menos presentes, que realmente puedan disfrutar durante el mayor tiempo posible. La Navidad es una época de ilusión y alegría, por lo que es el momento perfecto para enseñarles a los niños a valorar otras cosas más allá de los regalos. Háblale de otros niños que no tienen tanto como ellos y anímale a donar algunos de los juguetes que ya no usa y que estén en buen estado.
Aprovecha además estas fechas para pasar tiempo juntos. En vez de comprar tantos regalos, planifica actividades de ocio en familia, como simplemente dar un paseo. Tu tiempo es el mejor regalo que le puedes dar.