María Dolores Fernández de Garza Uribe, conocida en Reynosa como Lolina, llegó a esta ciudad para convertirse en el ángel de la guarda de aquellas personas que requieren de ayuda, encontrando en ella una luz de esperanza.
Nació en San Pedro de las Colonias, Coahuila. Es hija de Ramiro Fernández Maldonado (†) y María Dolores Sepúlveda de Fernández (†), de quienes heredó el amor al prójimo.
Estudió la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Monterrey y fue ahí donde conoció a su ahora esposo, Javier Fernando Garza Uribe. Tras contraer matrimonio residen durante siete años en Matamoros y posteriormente llegan a Reynosa.
Lolina recordó sus años de niñez, aquellos en los que lejos de hacer lo que todo pequeño acostumbra, ella se divertía ayudando a los más desfavorecidos.
“Pasaba mucho tiempo en casa de mi abuelita y cuando terminaba la tarea ella y yo armábamos y arreglábamos juguetes que ella recolectaba durante todo el año, para entregarlos en Navidad a los niños pobres. Siempre había algo que hacer: ensamblar una parte, poner alguna llanta a una bicicleta o pintar algún juguete”, mencionó.
En su propio hogar también su madre realizaba actividades filantrópicas.
En la escuela Lolina no era diferente, y aunque la regañaran constantemente, siempre estaba pensando como ayudar a los demás niños.
“Les regalaba mi lonchera a los niños que no tenían y también mi suéter. Todas las tardes volvía a casa y decía que lo había perdido, mi mamá me regañaba pero a mí me llenaba de alegría el poder ayudar y servir, eso siempre me ha motivado”, comentó.
MANOS A LA OBRA
Con su hogar establecido en esta ciudad, Lolina inició su labor de servicio, lo que no fue difícil, ya que había muchos sitios donde necesitaban almas caritativas que brindaran cariño.
Así, se integra a las filas de la Mesa Redonda Panamericana en la organización de eventos, dentro del programa de becarios, fungiendo, además, en múltiples ocasiones como maestra de ceremonias.