En últimas fechas hemos experimentado pérdida de familiares a causa del “bicho” que nos vino a cambiar muchas cosas, y que ya ni es nuestro deseo recordar. Sin embargo, nos ha dejado un antes y un después indudablemente.
Algunas personas acuden a mi espacio de consulta terapéutica con síntomas parecidos a la ansiedad, tales como: taquicardias, sudoración en pies y manos, malestar estomacal, falta de aire, sensación de pánico y/o muerte, miedo y llanto, entre otras sensaciones, consecuencia, en la mayoría de los casos, de la pérdida de algún ser querido, de trabajo, de estatus económico, de su vida “antes de” –ya que nos ha dejado hasta cierto punto algo de incertidumbre con respecto al futuro y lo que podemos esperar de él–.
Uno de los consejos que les recomiendo a mis pacientes es vivir un día a la vez. Yo creo que esta experiencia que vivimos TODOS, nos debió de haber dejado un mensaje muy claro: nunca sabemos cuándo va a ser nuestro último día.
La ansiedad no es otra cosa más que el exceso de pensar en el futuro y lo que nos deparará, pero pensándolo bien y detenidamente, nunca hemos tenido esa respuesta. Entonces, ¿por qué habríamos de preocuparnos ahora?
Vive ahora que estás vivo, mañana Dios dirá.
Como siempre te recomiendo que si los síntomas que presentas interfieren en tu vida cotidiana, es momento de buscar ayuda psicológica.