El 10 de octubre fue el Día Mundial de la Salud Mental. Poco a poco, hemos ido dejando atrás la estigmatización de los problemas relacionados a la salud mental y empezamos a hablar más abiertamente sobre estos temas permitiendo una mayor visibilidad y, por ende, una mejor comprensión y una mayor atención.
Los problemas de salud mental, que pueden ser muchos y muy variados, tienen una cosa en común: los signos y síntomas de los trastornos y desórdenes mentales se manifiestan en la conducta. No son como una tos, un estornudo, una roncha… los síntomas por lo general se manifiestan como alteraciones del comportamiento que invariablemente, trae serias consecuencias familiares, sociales, laborales, económicas, etc.
Atender la salud mental –especialmente de forma preventiva– es fundamental para el funcionamiento adecuado de la persona dentro del contexto social. Pero, cuando pensamos en “salud mental” nos equivocamos de inmediato al pensar en los problemas que producen la “enfermedad mental”.
Como en todo, la salud implica un estado de equilibrio, una homeostasis que nos permite estabilidad, bienestar, ecuanimidad, autocontrol y una percepción adecuada de lo que nos rodea para poder tomar decisiones y acciones correctas ante cualquier situación. Igualmente, como en cualquier otro tema de salud, la salud mental depende en gran parte de la higiene mental (tema del que poco se habla). La higiene mental… ¿Con qué llenamos nuestra mente? ¿Qué elegimos creer, ver, escuchar, saber, decir? ¿A cuánta toxicidad mental nos exponemos a diario? ¿Con qué clase de información alimentamos nuestra mente? No esperemos gozar de salud mental si constantemente envenenamos nuestra mente con información chatarra, conversaciones basura, gente tóxica, contenidos perversos… En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, comencemos por trabajar arduamente en la higiene mental…una mente limpia es una mente sana.